Mi tía me había hablado de este libro, y me lo había recomendado muy, muy calurosamente. Me lo prestó, y todo. Así que el domingo al final de la mañana me senté, y comencé este libro de 680 páginas…y, para el mismo día a las 8.30 p.m., mi lectura ya había llegado a las 548 páginas.



Así que aquí viene mi primera conclusión: este libro no te atrapa, te absorbe. Es como un niño con un juguete. Se apropia de ti, y no te suelta hasta que (el libro) no se cansa de ti. Y tampoco es que tú te canses de él. Es como una posesión, pero hay razones para que ésta se dé.
En primer lugar, la trama. Es emocionante, y une los demonios personales de los personajes junto con el trasfondo de comienzos del siglo XX y la ambientación de una Barcelona todavía muy gótica y que no había sucumbido a las oleadas de turistas. Luego, el contexto noir de la novela y el elemento sobrenatural -que, debo decirlo, me asustó un poquito al caer la noche- son mezclados con sabiduría en sus proporciones correctas por Ruiz Zafón, y hacen que uno como lector quiera siempre leer una página -un capítulo- más. Ambos elementos se unen en el tercero: la narrativa: esta novela se cuece a fuego lento, estimula nuestra curiosidad y por tiempos va incrementando el vapor hasta terminar de una manera trepidante.
Y el final…no nos esperamos ese final. Digno del cine, muy emocionante y que resuelve plenamente las intrigas planteadas en el libro, incluso la gran incógnita: ¿quién es A.C.?
Además, los personajes…uy…muy bien construidos, relacionados entre sí de esa forma tan española, y que cumplen su función dentro del cuerpo de la novela sin que ninguno de ellos sobre o llegue a ser redundante sobre la trama. Todos, todos ellos, cumplen una función -y lo hacen de una forma maravillosa- en el desarrollo de la historia.
Por cómo está construido este libro, pienso que se podría adaptar perfectamente al cine, y la trama no se resentiría en lo más mínimo.