Los Testamentos

Me devoré la continuación de la distopía de Atwood. Esta vez, el protagonismo se lo rotan Tía Lydia, Agnes y Daisy. No diré quiénes son porque ESPOILEEEEER…entonces no. 

Valga decir que este libro nos lleva a Gilead, a Canadá…y al interior de la mente y los recuerdos de las tres mujeres de las que trata la historia. Uniendo sus historias como si trenzara una urdiembre, Atwood usa este slow burner para hacer una radiografía de cómo la corrupción es, en últimas, lo que produce la caída de los regímenes de cualquier tipo. Sin distingo del color de su ropa, o de la pureza -análoga en todos los casos- de las intenciones con las que hubieran pretendido tomarse el poder. 

Mencioné de entrada que LosTestamentos es lo que llaman en inglés un Slow Burner; es decir, un libro que avanza y sólo se decide -y coge ritmo- en sus páginas finales. Esto tiene sentido en cuanto Atwood pretendía hacer una radiografía de cómo un régimen se degenera (y para esto necesita que pase el tiempo), pero no significa necesariamente que sea tiempo perdido. Atwood se recrea con las descripciones de la vida en Gilead, del ascenso al poder y la consolidación de la distopía. Y también, de cómo ciertos individuos son instrumentalizados para consolidar y prolongar el régimen, a la manera de los kapos de los campos de concentración.

Y esta es una parte importante de la historia. Porque, según Atwood, muchas veces son esos mismos individuos instrumentalizados los que terminan produciendo la caída de los regímenes en los que existen.

Al igual que en el Cuento de la Criada (link), Atwood da importancia al medio. Habla de los testimonios recogidos de las dos jóvenes, como si fueran transcripciones de una especie de juicio posterior; mientras que describe cómo otro de los personajes esconde sus registros, y de qué manera ella misma los va registrando a lo largo de la obra; para concluir en la reunión posterior. Es como si, al describir el medio, Atwood buscara romper una cierta cuarta pared en la literatura. Sólo que lo hace a través de las palabras, como una especie de metaliteratura.

Para mí, este libro es otra gran obra de Atwood que, no obstante, no tiene la fuerza del Cuento de la Criada. Sin embargo, es un gran estudio acerca de cómo hasta las intenciones más puras llevan consigo la semilla de la destrucción.

This entry was published on April 1, 2024 at 9:00 am. It’s filed under Lectura and tagged , , . Bookmark the permalink. Follow any comments here with the RSS feed for this post.

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