¿Cómo saber cuándo son, precisamente, los Años de Gloria? Yo lo entiendo como ese momento preciso en el que el fruto está maduro, en que los azúcares de la fruta están en su punto perfecto, sus formas no se han comenzado a aporrear…pero, en que un grado más de madurez (un día, unas horas), y esos mismos azúcares que se elogian comienzan a catalizar su propia destrucción. Se degradan en alcoholes, y comienzan a emborrachar y atosigar. Los Años de Gloria son cuando la dosis es justa para no ser veneno; pero sí para sumirte en un sopor agradable, que no produce malestar al despertar. Cuando la comida sacia pero no llena. Cuando el licor no da resaca.
Eso, justamente, fue Amberes en sus años de gloria. Fue la dosis justa.
De comercio. De dinero. De globalización. De innovación. De ambición. De Capitalismo, tal vez, como dice este artículo. Vaya uno a saber…
Por eso Michel Pye (que sí sabe) va tejiendo un tapiz -muy a la manera flamenca- lleno de detalles de pequeñas historias que van desde Plantin hasta Van Schoonbecke, que ilustran la cantidad de ritmos que componían esa sinfonía de Amberes, en sus años de gloria. Y es que a veces ni siquiera podían llevar concordancia en el tema unos con otros: coincidían en el momento histórico, o en que habían estado en el mismo vecindario. Incluso, en que fueron rivales; o en que se mandaron a matar unos a otros.
Como sea, se requiere una pluma afilada para contar la sinfonía coral que es una ciudad en su apogeo. El traqueteo de los carros, trayendo a los viajeros. El bullicio de la Bolsa, en su momento la más importante del norte de Europa. La entrada de los barcos a puerto, trayendo las especias del Asia y la plata de América entraban. Y, mientras, Carlos V amenazaba con la guerra, necesitando dinero (o amenazaba con la guerra porque necesitaba dinero; eso es un ciclo muy tremendo).
Un libro, en suma, que te hace sentir que estás allá. Que caminas por las calles (que describe y nomina). Que sientes la brisa que viene del Escalda. Que casi, casi puedes ver la imponente GroteMarkt con la estatua de Silvio Brabo lanzando la mano…casi, casi, estás en Amberes.
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