Toda mi vida he amado leer. Es algo que he hecho desde antes de tener uso de razón, por más loco que pueda sonar. Recuerdo haber leído mis primeras palabras con el carro en movimiento, mientras íbamos o volvíamos de algún almuerzo familiar. Todavía paso delante de algunas de esas palabras -cuyo significado siempre tenía que preguntar- y me acuerdo de esas tardes de infancia.
De ahí, el resto es historia. Fueron muchos años de leer, leer y releer. De mantener libros ocultos en mi pupitre del colegio, para poder leer mientras estudiaba, a escondidas, para que no me los fueran a decomisar. Los fines de semana, leyendo mientras tenía las conversaciones de mi familia de fondo, mientras crecía.
Pero eso era leer en español. Mi lengua materna. La lengua en la que me cuidaron, en la que me apaciguaron. En la que me consolaron. En la que crecí. Una lengua y un universo por los que siento apego, y en los que me siento cómoda y contenta de hablar y operar diariamente. Ahí todavía no me había medido a dar el salto al inglés o, mucho menos, al francés.
Todavía me acuerdo del momento en lo di, en ambos idiomas. Se trató de momentos distintos en el tiempo, pero en ambos sentí lo mismo. Me sentí supremamente estúpida. ¡Yo, la que devoraba libros en una tarde, atrancada en una vil frase, porque no le cogía el sentido…!
Por un tiempo -años, inclusive- no me atreví a intentar de nuevo. Pero no me pude resistir. Porque leer es parte de la experiencia vital de hablar un idioma. De lo contrario, y me disculpo de antemano si la expresión es polémica, el aprendizaje se queda corto, y este no es total.
Pero entonces, se hizo la luz. Y, como en un big-bang, estalló un universo de palabras que todavía no he podido contener, y en el que disfruto navegar casi tanto como en español. Por lo menos, en el caso del inglés. Es como si se hubiera hecho de pronto la luz en un sitio muy oscuro, y me encontrara en la cueva de riquezas de Aladdin.
Para empezar, puedo disfrutar más los libros. En español voy leyendo al galope; en inglés, simplemente troto. Puedo ver más el paisaje (las palabras), y estar más atenta a la lectura. Lo disfruto más. Encima, los libros me duran un poco más; así que cuando no quiero terminar rápido un libro, lo busco en inglés antes que en español. En francés voy todavía más lento: camino. Así que tengo tiempo para mirar el paisaje, y maravillarme con alguna construcción aquí y allí. Tomo fotos y todo.
Hay autores, además, que son mejores de leer en su idioma original, que las traducciones en español. Edgar Allan Poe, por ejemplo. Su poesía suena hermosa…pero en inglés. En mi opinión (que es eso: simplemente una opinión), su poesía tiene mejor ritmo en inglés que las traducciones que le han hecho en español. Incluso la traducción hecha por Cortázar.
Sin contar que la lectura es un paso adicional para comprender la cultura que hay detrás del idioma que uno está estudiando. ¿Cómo entender el inglés y la cultura anglosajona sin Shakespeare, sin Dickens o -hablando en términos más modernos- sin Hemingway, o sin fenómenos como JK Rowling, JRRTolkien o George RR Martin? ¿Cómo entender el español sin Cervantes o García Márquez; o entender el francés sin Dumas? Imposible. Cuando uno lee, uno entra en un compartimiento especial de cada cultura. Como una pequeña sala en esa cueva del tesoro, si se me permite decir. Porque los escritores son, finalmente, hombres de su cultura y su tiempo. Toman sus costumbres, su vida, y la vacían en sus letras. Así que se vuelven parte importante no sólo de comprender un idioma, sino la cultura que hay detrás de este, y que permite incluso entender cómo están construidas algunas expresiones de la lengua.
Tristemente, mi caso con el francés ha sido distinto. Más cauto. No se ha abierto esa puerta tanto como en el caso del inglés. O sea, tanto como habría deseado. Puede ser porque al francés entré ya en la edad adulta, hay menos libros disponibles en Colombia, mi vocabulario no es el mismo que en inglés…pero igual, hay esperanzas. Y hay un libro en francés en mi lista de este año, que tengo por leer; así que, espero pronto poder decir que añadí el libro a mi lista de leídos y que, lentamente, entro en este nuevo universo.