Hace unos días, convencí a mi novio de acompañarme a la Biblioteca del Poblado. Como ya he hablado acerca de ella, quería ir a visitarla y así poder describir con mayor propiedad acerca el lugar para leer propio del barrio.
Para comenzar, hay que decir que llegar no es tan sencillo como parece. La biblioteca está oculta a la vista de todos, pues hay que avanzar bastante a pie, a través de la UVA, llegando hasta el mismo frente de los tanques de agua. Cuando en algún momento nos preguntamos en voz alta si sí estaríamos en el camino correcto, miré hacia abajo, y caí en cuenta de que, de hecho, podríamos estar encima del lugar debido a la pendiente y al tipo de intervención que suele ser una UVA.
Eventualmente, mi intuición fue la correcta y llegamos a la puerta de la Biblioteca para lo que resultó ser una visita más bien corta. Agradablemente fresca debido a su localización, la Biblioteca es una sala elongada, de usos múltiples (lo que disminuye la capacidad de concentración propia de un lugar como estos) pero que permite así prestar sus servicios de manera más completa al vecindario. Hay varios equipos de cómputo en el extremo izquierdo, una parte de la sala reservada para los niños en el extremo derecho, módulos de búsqueda y consulta junto al escritorio del bibliotecario, en el centro frente a la entrada; y, por supuesto, en una pared que atraviesa el espacio, se despliega la colección general, junto a la cual se extienden mesas de consulta.
El espacio es agradable. Es iluminada, y además de las mesas tiene una sala con un sofá y dos poltronas en los que es posible sentarse a leer. La colección es variada, por lo que pude revisar. Y, si bien no tiene el volumen propio de otras colecciones de la ciudad, es el comienzo de algo. Ojalá, de algo que crezca para seguir prestando un servicio al vecindario que es un bien público.
*Crédito imagen de portada: Vivir en El Poblado, usado aquí sin propósitos comerciales.