Otro libro que lo deja a uno sin entender muy bien qué leyó. Porque, detrás de una prosa elegante, un ritmo sinuoso y un aire como de confidencia, se esconde la denuncia de una realidad brutal: violencia doméstica, violencia vicaria, abusos sexuales, abandono infantil, y varias bellezas más. Todo esto, cubierto piadosamente por la capa de exclusividad y distinción de la clase alta de la costa caribe colombiana.
Asistimos detrás de los ojos de Lina, la narradora, a la violencia y la opulencia de la Barranquilla de mediados del siglo XX, que acoge a Inmigrantes de todos los colores. Estos llegan con el propósito de hacer suya a esta ciudad bulliciosa y próspera, ignorando que se encontrarán con la clase alta, que domina desde tiempos de la colonia e ignora que, en un pasado, fueron migrantes ellos también.
La historia que nos cuenta Lina, entretejida a la manera de anécdotas agrupadas alrededor de tres amigas del grupo social al que pertenece, no es otra cosa que la descripción del cerrero patriarcado propio de la sociedad colombiana al comienzo del siglo XX. Una Colombia que apenas salía de las brumas de una Colonia llena de y descubría -a los trancazos- que el mundo había cambiado para siempre.
Más que las jóvenes -con sus tragedias y sus triunfos-, las mujeres mayores que aparecen mencionadas en la trama me parecieron tremendos personajes. Mujeres sabias, hábiles en sobrevivir y prosperar en una sociedad abiertamente machista. Haciendo de tripas corazón y de belleza, cerebro, fueron abriendo camino para que a sus hijas y nietas transitaran por terrenos más amigables.
A su manera, me pareció ver cómo cada una encarnaba a un arquetipo femenino: Jimena, abuela de Lina, es la Reina. Toma las decisiones del hogar, guía a la familia con su sabiduría y es quien -con su conocimiento- sabe de manera estratégica que acciones y que consecuencias podrían venir para la familia en un futuro inmediato, y cuál sería la forma de reaccionar. Me recordó un poco a mi Abuelita: esa calma, ese dominio de sí, ese don de gentes… la pertenecen a pocas personas, y pocos personajes.
Luego está Divina Arriaga. La Vampiresa. La Mujer de Mundo, que lo ha visto todo y lo ha estudiado todo; pero vuelve a morir a su ciudad. ¿por qué ese deseo del terruño? Ella no lo dice, pero tal vez quiere morir entre lo conocido tras vivir entre lo desconocido. Mientras espera que la muerte llegue por ella, ella observa desde la tranquilidad de su casa.
La tía Eloísa, la Mujer Sabia. La consejera de Lina, que le cuenta algunas de las historias, la cuestiona y le refleja con sus palabras qué es lo que realmente piensa y siente, debajo de su angustia. La tía Irene. La Ermitaña, que toca sonatas en su Torre y luego decide transformarse, en su eterna búsqueda de los Desconocido. Pero siempre presente en las notas de una sonata, para cuando Lina la necesite.
Otro gran, gran personaje es el padre de Lina. Es un hombre que no parece ser tan machista como los demás. Las ocasiones en que salta a la palestra se hace memorable. De ser una figura secundaria, limitada a esos recuerdos de desayuno o a esas pequeñas burlas de padre a hija, su figura toma aires titánicos cuando enfrenta a los hombrecitos que hay en la trama.
¿y quién es Lina? Es una observadora. Una taxonomista. Ella observa, clasifica y reconoce cada angustia, cada asfixia, cada trampa que hay a su alrededor y alrededor de sus amigas. Y escapa de ellas. Porque a veces, la mejor táctica de superación de obstáculos es rodearlos, y escapar de ellos en un acto de retirada táctica al que pueden suscribirse mujeres de toda América Latina en el Siglo XX. Porque las angustias que describe Moreno, desgraciadamente, no son propias del espacio y del tiempo en que las situó: pueden ser sentidas perfectamente por mujeres que las hayan vivido y que las hayan sufrido, y sólo se les hayan curado con el aire de otras tierras.
Siendo Marvel Moreno una autora yuxtapuesta al Boom latinoamericano, se sienten en su prosa elementos de realismo mágico de los que se apropió el Boom. En sus manos, no es otra cosa que esa manera fascinante como las personas del Caribe suelen expresarse en su vida diaria y contar sus historias, dándole ese calibre fantástico que añade una pátina de esplendor a las historias y las hace dignas de ser contadas.
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