Tras un viaje sin novedades (esencialmente ruido de avión, y escala de aeropuerto), llegamos al pequeño aeropuerto de San Sebastián ya de noche. Y lloviendo.
“Oh, por Dios”, pensé. “Winter is coming y a mi compañero de viaje (con dos chaquetas encima) no le va a gustar ni poquito”. Bienvenidos a octubre en el norte de España.
Tomamos un taxi, pues lo encontramos más eficiente que el autobús que podría -no estaba 100% segura- pasar a las casi 9 de la noche. Arriado, el taxista nos llevó desde el aeropuerto hasta el centro histórico de San Sebastián, donde estaba nuestro hotel.
Detallito: nuestro hotel está en el centro histórico de San Sebastián, el cual está peatonalizado. Por lo tanto, no es posible acceder a él. Nos deja a la vuelta, nos informa el taxista. No hay problema, decimos.
Nos bajamos, caminamos un poco y llegamos a una plaza con una estatua. Está oscuro, y sólo se ven las luces de un restaurante. El papá está nervioso. Empiezo a caminar por la plaza para buscar el hotel cuando encuentro una consigna de equipaje que había visto mientras preparaba el viaje. Se me aparece Google Maps en la cabeza, me giro 180° y ahí lo encuentro.
Ingresamos el código de acceso, entramos al hotel y nos acomodamos en la habitación, que está muy bien, para pasar nuestra primera noche en España.