Hotel Hilton Corniche, Alejandría
La ciudad a la que llegamos es igual o más acogedora y produce las mismas ganas de conocerla que El Cairo; y por las mismas razones relacionadas con el orden y la limpieza. Habiendo dicho eso, que es un gran porcentaje de la necesaria descripción de la ciudad, paso a explayarme sobre la misma.
Alejandría es la segunda ciudad del país; pero francamente no sé si lo parezca: aunque la urbe es enorme, es el triple de desordenada y sucia que El Cairo. Así es; no creíamos que ningún lugar pudiera superarla, y este lo hizo. La calle principal es la Corniche, que da la cara al mar, y al famoso puerto de Alejandría. Es una calle enorme, y bien harían los políticos colombianos en tomar ejemplo de cómo se hace una avenida principal de esta calle, que separa las playas, el malecón y la orilla del mar propiamente dicha del resto de la ciudad.
Me llama la atención que sólo hay cuatro edificios pintados en la ciudad, que están casi todos en la Corniche y que corresponden a hoteles de cadenas extranjeras: Four Seasons, Hilton, Sheraton y el Mercure Alexandria. El resto de edificios parece como si hace treinta años hubieran necesitado una mano de pintura y no se las hubieran dado; sin contar con que, de la Corniche hacia adentro de la ciudad, parece como si los edificios estuvieran todavía en obra negra, como pueden ver:

Con algo de susto, dimos al taxista (después de decidir que no subiríamos a ningún taxi cuyo conductor no hablara inglés) las indicaciones de nuestro hotel. Nuestros peores temores se confirmaron mientras pasábamos un letrero que señalaba al Hilton: nos alejábamos de la Corniche.
Chao, hoteles bonitos; hola, edificios en obra negra.
Llegamos, incrédulos, a la recepción del hotel (que habíamos pagado por adelantado), y comenzó el calvario: la recepcionista del Alexandria Mediterranean Suites no encontraba los documentos de nuestra reserva. Un “sugerido” viaje a la oficina de Gerencia permitió que la recepcionista los encontrara, y nos asignara nuestra habitación. Ésta se encontraba en el piso 13 (como para no ser supersticiosos), pero el ascensor (un aparato viejo y con cara de no haberle hecho mantenimiento más o menos desde la compra) sólo servía a los pisos pares. Debíamos llegar al piso doce y subir un tramo de escaleras; o al piso 14 y bajar un tramo de escaleras para llegar a nuestra habitación. Nota big deal, ¿verdad? Mi tía se subió por las escaleras, desconfiando del ascensor. Cuando llegó a la habitación, estaba horrorizada: las escaleras no parecían haber sido limpiadas más o menos desde que construyeron el edificio, nos dijo; y había una costra de mugre que más parecía ya parte de la decoración de las baldosas. Incrédulos (y más relajados con respecto al tema de la limpieza que la tía) salimos a inspeccionar, y cuál no sería nuestra sorpresa alconfirmar el diagnóstico: ese piso no lo limpiaban con jabón desde hacía al menos diez años, de eso estoy segura.
Sigue la lista: el teléfono de nuestra habitación no funcionaba; y aunque ésta parecía razonablemente limpia, daba la sensación de que no hubieran cambiado las sábanas desde el huésped anterior, y no había internet sino por cable.
El detalle más preocupante, no obstante, fueron las llaves: nos dijeron en Recepción que por un problema transitorio del sistema no podían emitir nuestras tarjetas para entrar a la habitación, pero que podíamos hacer uso de la tarjeta maestra del hotel, la cual podíamos pedir a la empleada de oficios varios en cualquier momento.
Desorientados y hambrientos, nos fuimos a buscar un lugar para comer. Una vez allá, decidimos que simplemente nada nos estaba atando a quedarnos en ese esperpento de hotel, que era mejor perder la reserva y que qué estábamos esperando para reservar en el Hilton, donde la tía tiene membresía; y por qué no habíamos visto antes que esa ciudad tenía Hilton, el cual era sorprendentemente barato. Reservamos para hoy mismo y nos fuimos a las Suites por nuestras cosas.
Una vez en el hotel, simplemente dimos orden de que nos abrieran nuestra habitación y comenzamos a recoger nuestras cosas. Nos pusimos bolsos y morrales al hombro, agarramos con fuerza nuestras maletas y nos fuimos a la recepción, donde dijimos quesimplemente nos íbamos. Firmamos los papeles de rigor, y salimos a pedir nuestro taxi, a quien dijimos simplemente, “Hilton Corniche”, con un suspiro de alivio igual de grande que el que proferimos cuando entramos en la recepción del hotel.Volvíamos a estar en terreno conocido.
😂😂😂😂 la recepcionista no entendia nuestro horror por el mugre 😱 Recuerdas la fila de zapatos y chanclas viejas a la enteada de la “cuasi mezquita” del hotel y el arrume de computadores viejos en el segundo piso⁉️