Regresando a casa

Aeropuerto de Barajas, Madrid, España

Hoy comenzó nuestro maratónico periplo de regreso, bajo la forma forma de un Embraer pequeño, que nos llevaría sobre el Mar Rojo hacia la ciudad de Jeddah en Arabia Saudita, la primera de las dos escalas que haríamos hasta aterrizar, definitivamente, en Medellín.
Comenzamos llegando al Aeropuerto de Sharm el-Sheikh; tan pequeño como la ciudad. Debido a que llegamos con antelación, no nos dejaron pasar a la zona de emisión de pasabordos y embarque; pero mi tía tuvo la idea de aprovechar la confusión de la llegada de una excursión de rusos para meterse a la zona de emisión de pasabordos y así poder emitir con prontitud nuestros pasabordos.
La seguimos con cierto susto (uno de los guardias alcanzó a mirarme con suspicacia, pero me le hice la boba mientras fui entrando y pasando hacia la zona de embarque) y pronto estuvimos los tres adentro del aeropuerto propiamente dicho.
Se abrió el counter de Saudi Arabian Airlines, y emitieron nuestros pasabordos, después de ver nuestros tiquetes finales a Colombia y confirmar que estábamos en vuelo de regreso a nuestro país. ¡Bendito seas, sistema Amadeus de las aerolíneas de bandera!
Comimos algo y remoloneamos en las tiendas mientras esperábamos nuestro vuelo. Al ser anunciado, tuvimos que tomar un bus hacia el avión. Lo que me extraña, y que hago notar, no es el bus hacia el avión en si (típico de la región) sino la población que componía el bus: era en su mayoría mujeres jóvenes, vestidas completamente a la occidental, con el pelo teñido, comiendo chicle y mostrando más piernas que yo (que ya tenía puestos mis blue jeans). Sólo había dos mujeres que llevaban velo islámico: mujeres de mediana edad, que parecían hacer de chaperona, y que cubrían sus cabezas con suaves piezas de gaza.
Nos miramos con extrañeza ante semejante concurrencia, y ante el comentario de mi tía (“este es el bus más raro en el que nos hemos montado en este viaje”) yo sólo respondí que podrían ser turistas yendo de regreso a occidente con Saudi, como nosotros….¿o no?…pues bien, la respuesta es NO. Toda la concurrencia del bus era saudita, wahabita y si estaban vestidas así era porque estaban de vacaciones en un resort occidental. Lo digo porque la imagen del bus que nos dejó en el Aeropuerto Rey AbdulAzziz de Jeddah fue completamente diferente a la del bus hacia el avión de Sharm el-Sheikh: las únicas dos mujeres descubiertas éramos mi tía y yo. El resto de las mujeres corrió a ponerse su abaya y su velo en cuanto sintieron que el tren de aterrizaje se activaba, y el avión se preparaba para tomar tierra en Jeddah.
El bus era una colección de abayas, velos, bolsos y IPhones, que las señoritas seguían usando mientras mascaban cicle luciendo su pelo teñido; para nuestra sempiterna sorpresa de occidentales, que se imagina las vidas de las mujeres árabes tal cual su vestimenta…pero todo en la vida es relativo, sobre todo en esta parte del mundo,donde modos de vida antiguos y ultra modernos conviven bajo la sombra de las palmeras y los rascacielos.
Sin saberlo, el pequeño aeropuerto al que habíamos llegado estaba catalogado como el segundo peor del mundo, sólo superado por el Aeropuerto de Dhaka (Bangladesh); aunque lo notaríamos eventualmente.
Como éramos pasajeros en tránsito de Saudi, pudimos entrar a la sala de tránsito. Ésta estaba equipada con internet cableado, comida, mantas, sillas reclinomáticas, televisiones, sillas estándar y revistas, como para tener un tránsito tranquilo. Lamentablemente, también estaba equipado con un empleado asiático (asumo que filipino) que no hablaba una sílaba de inglés, y al que le fue lamentablemente imposible darnos a entender -como lo hicimos posteriormente, y de manera algo empírica- que la sala era una comodidad que  la compañía ponía a disposición de sus pasajeros en tránsito dadas las condiciones del aeropuerto.
La tía se puso algo nerviosa, pues asumió que estábamos siendo retenidos por estar en tránsito; el empleado no sabía que responder salvo sonreír con una medio sonrisa, y mi hermano decidió que era un excelente momento para dormir. Para que se calmara -pues
habían entrado unos hindúes que, dicho sea de paso, estaban caídos de sueño frente a nosotros – le dije a mi tía que simplemente se durmiera, que yo la cuidaba al igual que a mi hermanito.
Se hizo el silencio más o menos hasta la media noche o la una de la mañana (el avión salía a Madrid a las 3.00 a.m. y llegamos a las 8.30 p.m.) cuando la tía se despertó y dijo que quería salir hacia la zona de espera. Pasaron por ahí unos empleados de Saudi que hablaban inglés, que efectivamente nos confirmaron que teníamos plena libertad de salir en cuanto quisiéramos de esa sala, y de avanzar hacia la zona de espera del aeropuerto.
Salimos, pasamos el escáner final antes de la zona de espera, y ahí vi el porqué de la sala: elaeropuerto es diminuto para el tráfico que tiene, está lleno de gente y las salas de espera se arremolinan unas sobre otras, obedeciendo más al espacio ficticio que genera la demarcación que a la comodidad. Auténtico caos.
Llegamos hasta una cafetería, pedimos algo para tomar -ya que no teníamos hambre- y nos sentamos a esperar en un contexto algo más ruidoso del que estábamos, viendo pasajeros bengalíes, hindúes y árabes apretujados en las salas de espera mientras era nuestro turno para embarcar. Finalmente, se dio orden de abordaje y pudimos entrar al avión que nos llevaba con destino a Madrid. Oh Fortuna! Estaba casi vacío, hasta el punto de que cada uno pudo tomar una fila de asientos de la parte central de avión, retirar los reposa brazos y hacer una cama que, para nosotros, se sintió igual o más cómoda que la de primera clase cuando el avión hubo alcanzado altura de crucero. Aunque no dormí, creo que descansé bastante de estar sentada toda la noche.
Llegamos a Madrid con buen tiempo, y con una escala pendiente de tres horas antes de abordar elúltimo avión -de Avianca- con destino a Medellín. El tránsito fue tan amable, y nos llevamos tan bien con los funcionarios españoles encargados del mismo, que nos dijeron que ojalá hubiera más pasajeros como nosotros, y nos regalaron incluso bolsas selladas con las especificaciones de la Unión Europea para meter más cómodamente nuestras cosas en la maleta.
Pudimos entrar a una sala VIP mientras esperábamos nuestras ¡ocho horas! de escala. Al ver que había camas, lo primero que dijo mi familia fue “Alejandra duerme primero” por lo que me urgieron a ocupar la primera cama. ¡Por fin pude descansar a pierna suelta! Más tarde, comimos y nos relajamos en la sala; hasta que llegó el momento de abordar el tercer avión en veinticuatro horas, que esta vez sí nos llevaría directamente a Medellín.
Finalmente, después de diez horas y algunos husos horarios, volvimos a pisar tierra en Medellín a las 7.14 p.m. Recorrimos cinco países, estuvimos en más de veinte ciudades, conocimos decenas de personas; y puedo decir que al fin cumplí uno de los sueños más grandes y más locos que tengo en la vida. Faltan algunos, pero este sin duda lo disfruté.
This entry was published on September 13, 2014 at 3:01 pm. It’s filed under Viaje and tagged , , , , , . Bookmark the permalink. Follow any comments here with the RSS feed for this post.

One thought on “Regresando a casa

  1. Miriam on said:

    😂😂 todo un drama 😉

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