Comenzaré por decir que, lectora como soy, nunca había asistido a un club de lectura; y las últimas guías de lectura que tuve en mi vida fueron las lecturas sugeridas para cada grado en la primaria. En mi casa nunca se acostumbró aquello de censurar lecturas: leí La Cuarta K y el Padrino de Mario Puzo a los 10 años; y en el colegio, al ver que mi interés sólo crecía con los años, los profesores me permitieron desarrollarlo con cierta libertad, siempre y cuando cumpliera con las lecturas asignadas para cada grado.
Mi ejercicio, pues, ha sido puramente individual y autodidacta; y a lo largo de los años he ido aprendiendo yo sola a desarrollar un criterio propio de lecturas: a desechar aquellos autores más amantes de las elucubraciones que de los hechos reales; a preferir ciertos temas por encima de otros y a escoger libremente seguir o no el curso de referencia de algunas lecturas o profundizar en ciertos aspectos de algún tema general.
No obstante, sentí curiosidad cuando encontré en las redes sociales de una de mis librerías favoritas el evento de la reunión de un Club de Lectura que se celebraría en un café cercano a mi oficina, en un horario muy conveniente y con referencia a uno de esos libros que a uno lo marcan de por vida: Momo.
(Esta es la edición que recibí en mi primera comunión. Todavía está marcado con lápiz, con mi letra de niña de primaria)
Sólo por ser Momo (libro del que hablaré más adelante, pues tengo entre mis proyectos para este año volverlo a disfrutar), yo sabía que tenía que ir. La lucha de la Niña Sabia contra los Hombres Grises marcó mi infancia; y me aportó lecciones muy valiosas que disfruto en la vida adulta. Lo leí por primera vez a los nueve años, cuando era el libro más gordo de mi biblioteca, de la cual todavía hace parte; pues atesoro los ecos de muchas de sus palabras y sus ejemplos hasta hoy, hora nona de los veintinueve años.
A la hora señalada, llegué y tomé asiento en la sesión del Club. Cabe decir que este no es un club de lectura como cualquier otro: para comenzar, nos facilitan una caja de herramientas a partir de la cual se desarrolla el orden de la sesión. No vendría siendo necesario siquiera leer el libro (aunque quienes estábamos allá éramos fanáticas de Momo), sino estar interesado en conocerlo y en tener una aproximación, para enfrascarse en su lectura después.
La sesión del Club se desarrolló amablemente. Encontré muy interesante el planteamiento por parte de las moderadoras de aproximarse a la obra desde la vida del autor. Uno suele dar por sentado algunos detalles de la trama, sin ponerse a pensar porqué el autor quiso que estuvieran presentes en un determinado momento de la obra y no en otro; y la respuesta a esta pregunta no puede tener un tinte distinto al existencial.
En el caso de Michael Ende, el autor, descubrí muchas circunstancias interesantes en su vida que, sin duda, actuaron como insumos para crear el universo y el argumento de Momo (considerado por los que saben su obra maestra) y de La Historia Sin Fin, libro por el que es más reconocido el autor. También me gustó que se ahondara en esta reunión en la descripción de los lugares; y de las críticas sutiles hechas por el autor a la sociedad actual, a través de observaciones hechas por los limpios ojos de Momo, nuestra protagonista.
Disfruté mucho; pues nada hay como discutir un buen libro con un buen café. Sin embargo, creo que lo más agradable fue poder conocer también a personas que aman la lectura y que además propenden de forma activa porque actividades de este tipo se desarrollen en la ciudad.
Si quieren conocer más acerca de Proyectos B612, organizadoras de la reunión, les dejo a continuación las redes sociales, para que se unan a Lectores a Bordo:
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