Un anticlímax: El Viejo y el Mar

Debo comenzar este anticlímax por decir que Hemingway siempre me ha producido admiración. Fue un valiente corresponsal de guerra en dos de los conflictos más duros del Siglo XX, un escritor exitoso y un viajero consumado, que no temía mostrarse tal y como era a través de su escritura; y que en recompensa recibió el Nobel de Literatura.

Como digo, no dejo de admirar a Hemingway (quien incluso aparece reseñado en la trama de París, durante su época de corresponsal), pero confieso aquí, ante todos, que no disfruté de la lectura de El viejo y el mar; lo que me produce uno de los dolores literarios más agudos que he sufrido en mi vida. ¡Yo, teniendo el atrevimiento de decir que no me ha gustado algo de Hemingway…!

Puede ser porque era una lectura obligada, algo a lo que no soy muy afecta. Puede ser, también, que fuera una lectura en inglés; algo que, sin embargo, encuentro menos probable pues leo indistintamente en ambos idiomas. No sé…simplemente, era un libro que nunca había encontrado atractivo. Que lleva físicas décadas en la biblioteca de mi casa, traducido al español; y que francamente nunca me había tentado sacar del estante en el que ha estado desde siempre.

Es conmovedora la pelea física del Viejo con el pez espada –al que llega a respetar y a tratar como a un hermano de batallas- y que Hemingway describe con una prosa exquisita. Misma que usa para describir el pozo de amargura y el final de las ilusiones del Viejo una vez llegan los Tiburones, y que supone uno de los golpes más duros al orgullo del pescador; que el lector siente a la par, gracias a la magia del escritor.

O la relación del Viejo con el Mar, ese romance en el que se trenzan la lucha por la subsistencia y la relación con los demás pescadores; más ambiciosos, tal vez más superficiales que el viejo Santiago. Éste, pescador artesanal, todavía siente mística por su labor y trata de imbuírsela al joven Manolín, su pupilo, en una lucha que, sabemos, está perdida de antemano ante el avance inexorable del Siglo XX, este siglo ya descrito como “problemático y febril”.

El viejo y el mar es, pues, la historia conmovedora de la lucha de Santiago, el Viejo pescador. Está escrita con la exquisita prosa de un ganador del Premio Nobel y del Premio Pulitzer y usa un vocabulario sencillo y una narración ágil; pero, no me pregunten porqué, no hubo química esta vez. Tal vez la del defecto sea yo y, con los libros, haya afinidad como con las personas.

(La imagen fue tomada de Tarántula, Revista Cultural; http://revistatarantula.com/el-viejo-y-el-mar-de-ernest-hemingway/)
This entry was published on June 14, 2017 at 9:47 am and is filed under Lectura. Bookmark the permalink. Follow any comments here with the RSS feed for this post.

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