Nunca había creído que fuera duro volver a la oficina de vacaciones. Tal vez un poco menos de juicio con respecto a comer por fuera de casa ocasionalmente o cierta propensión al gasto (inevitable cuando se viaja) pero nada más.
Sin embargo, los años parecen estar empezando a hacer algo de mella. En estos días pude sentir el cambio extremo que representa pasar del descanso a la máxima actividad; a tal punto, que me sentí la encarnación de la Primera Ley de Newton:
Todo cuerpo persevera en su estado de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo a no ser que sea obligado a cambiar su estado por fuerzas impresas sobre él
Les pongo el ejemplo. Salí de vacaciones con mis amigos en un viaje a Orlando. Al volver, me quité las orejas de Minnie para subirme en los tacones; pues llegaba directa nada más y nada menos que a uno de los dos picos de actividad que tengo a lo largo del año: la temporada de Asambleas de Accionistas. Vaya si me golpeó la inercia: pasé de dormir hasta tarde y caminar en los parques de Disney hasta que no me aguantaran los pies, a ir a Asambleas por la mañana y rendir en el trabajo por la tarde.
(no lo pude evitar: me pareció que las orejas de Minnie combinaban con el pintalabios y el vestido el día de la Asamblea de Accionistas de Bancolombia)
Como quien dice, mejor mantener mi actual política de descanso: descansando en abril o en septiembre; cuando los picos de actividad del año descienden y la llegada no suele ser muy dramática.
Te lucen mucho las orejas de ratona 🙂