Como ya les he dicho, pienso que leer es un lujo. Pero, ¿qué sucede cuando nos damos ese lujazo, y dejamos el libro en un rincón? Me ha sucedido: compro algunos libros, y resulta que no son lo que pensaba; o de plano me desanimo de leerlos; u otros libros nuevos nos robaron el corazón y estos viejos amores ocupan un rincón oscuro de la biblioteca. ¿Qué hacer entonces, para evitar que vayan a dar al basurero (porque, aquí entre nos, odio el consumismo y el desperdicio a partes iguales)?
Opciones hay muchas. Generalmente, yo los he donado. He conocido campañas de donación de libros para las cárceles; y para las bibliotecas escolares de los departamentos más necesitados del país. Y también he conocido los trueques literarios; que me parecen la mejor opción si lo que uno está buscando no es la gratuidad, sino darle un nuevo aire a la vida útil de sus libros viejos, mientras tiene la posibilidad de adquirir ejemplares novedosos.
En Medellín, el trueque más famoso es el de EAFIT. Por varios días, la Universidad habilita un espacio en el campus central, donde las personas llevan los ejemplares. Éstos son examinados y, a cambio, se entregan unos vales que permiten adquirir un tomo de los que haya disponibles en los anaqueles.
Yo apenas vine a conocerlo este año. Fui con mi tía a cambiar mis libros el día en que el Trueque estaba abierto a la comunidad general; y tuve la grata sorpresa de conocer un lugar amplio, tranquilo, con espacio para examinar los tomos por los que quería cambiar los míos con toda la calma del caso. Revisé los libros, y finalmente cinco llegaron a mis manos en esta edición del trueque literario.
¡Ojalá haya bastantes ediciones más!
me encantan los trueques de Eafit ::))
Muy organizados y muy bueno el material que hay para cambiar!
Qué gran idea! La verdad es que el trueque también podría considerarse una forma de ecologismo y una forma de cuidar y proteger el medio ambiente; ojala hubiera algo similar por aquí,… Saludos!
Por aquí este tipo de iniciativas comunitarias se han vuelto muy comunes en los últimos años; es otra forma de alargar la vida útil de los libros, y de hacer marchar la economía. Y no se hace sólo en las universidades, sino también en las unidades residenciales. En la de mi papá (en Miami, que es una ciudad muy consumista) hay un proyecto de los vecinos, de tener una estantería para que la gente no bote los libros, sino que vayan circulando entre los visitantes y los residentes del edificio. También en el Metro de mi ciudad hay un programa así, pero en modalidad de préstamo: la gente toma los libros, los lee, y cuando los termine los deja enla estación que los tomó, o en cualquiera del sistema Metro.
Pingback: El revuelo aquel con Marie Kondo, y cuándo organizar nuestros amados libros | Through the looking glass