Mi siguiente RetoLector fue un libro que me dejara nostálgica. Y eso, me dije, es algo que sólo lo consigue Normas de Cortesía. Algo tiene la prosa de Amor Towles, que me deja siempre pensativa cuando leo uno de sus libros.
Puede deberse a que todo el libro es una rememoración de la protagonista. Por eso, la descripción de los personajes, los acontecimientos y la ciudad parecen como envueltos en una neblina; la que el Padre Tiempo va poniendo sobre el tiempo que pasa y que hace que cualquier rememoración se perciba como envuelta en la luz dorada de un crepúsculo. Puede ser también la forma tan orgánica en que el autor desencadena la trama del libro; pues deja muy claro que la protagonista comienza a recordar después de ver un retrato y, ¿qué hay más humano que eso?
Otra razón por la que Normas de Cortesía me suele dejar nostálgica es porque habla de un tiempo pasado; así que, en las palabras y los giros de frases que usa el autor, se insinúa que éste fue mejor o, por lo menos, menos complicado que el tiempo actual. Y que ese tiempo –la juventud perdida, el tiempo y las personas que no volverán-es recordado con profundo cariño por la protagonista.
La relectura me permitió acercarme de nuevo a los personajes. Me volvió a sorprender el tino de Anne Grandyn, lo acertado del consejo que da una vez a Kate (“En este momento, es preferible buscar el lugar de Jake que el de ella”) y su inmensa capacidad de tejer los destinos de varios personajes en la trama, de la misma forma que una araña teje su red. Sus estrategias modelan la vida de los personajes y, en cierto sentido, la trama social de la ciudad de Nueva York a un nivel que sólo se alcanza a vislumbrar al final de la obra. Como ella misma reconoce sólo Kate, la protagonista tiene su mismo nivel intelectual; pero difieren en que Kate todavía no ha perdido la integridad. Anne funciona, entonces, como una advertencia de aquello en lo que se podría convertir si se deja “comer el alma” de la gran ciudad.
O, tal vez, la misma Anne encarna a la Ciudad. Ese espíritu indomable, esa búsqueda de la satisfacción de pulsiones. Tan terrenal; tan espiritual en sí misma…pero que respeta a aquellos que son firmes de espíritu, como Kate; a quien consigue un trabajo en el que puede ascender económica y socialmente.
En sus manos, sin embargo, personajes frágiles como Eve y Tinker dan vueltas, se enredan y, finalmente, se quiebran. El ritmo de vida, las contradicciones, las exigencias y apariencias, eventualmente, se llevan lo mejor de ellos; porque la Gran Ciudad no es para cualquiera.
En este mosaico de relectura, me conmovió la grandeza y el amor de Wallace Wolcott. Lo había pasado por alto en mi lectura anterior; pues encarna como nadie al héroe discreto. Un hombre sereno, pausado y bondadoso. Aunque está por poco tiempo en la trama, aporta estabilidad en la vida de la protagonista; y le da el más insospechado regalo de Navidad. Y Val, quien será finalmente esposo de la protagonista, hace un rápido cameo, una fiesta del Día del Trabajo. Y luego aparece con más calma, viendo fotografías.
Porque las fotografías (los retratos, en particular) y la nostalgia que implican son otro de los temas de este libro; y son quinta esenciales a la misma Nueva York, que mentalmente volvía recorrer de la manos de los protagonistas en esos dos años tan dramáticos que retrata esta novela.
Entre tanto, en #Homero2019…
Se hace el más grande inventario de naves y recursos que haya conocido el mundo clásico, y hace su apoteósica aparición el venerable Tersites, bufón y conciencia al mismo tiempo de los Aqueos!
de cuantas pa’gina consta el libro “normas de cortesia”
La edición de bolsillo, que es la que yo leí, tiene 416 páginas. Saludos!
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