He estado trabajando en dos proyectos con mi jefe últimamente. Ambos tratan, casualmente, de temas históricos de la oficina. El primero, era buscar una información financiera histórica y contrastarla con los registros bancarios. El segundo, fue crear un cuadro de control para los flujos de caja; el cual construí desde 2016 hasta la fecha. “Un manual para lanzar cohetes”, como me dijo uno de nuestros asesores al verlo.
Eso es lo que yo llamo Arqueología Corporativa. Porque, en negocios, más de dos años es historia patria. Y mantener un registro y un seguimiento por más de tres, una proeza. He visto a personas sumamente dotadas para los negocios tener física memoria de pollo a la hora de recordar temas, eventos, pendientes e incluso transacciones importantes. No es mal de algunos; es problema del Gremio.
Lo que pasa, es que somos personas que tratan con muchos temas complejos en el día. Muchas veces, gestiones que pueden tomar meses o años; y a veces los detalles se vuelven borrosos. Por eso es que no los culpo por la falta de memoria histórica; o por las fechas borrosas: he descubierto que la adultez significa que el tiempo cada vez se va haciendo más borroso; los años se apilan, y esos mojones de tiempo que significan los acontecimientos importantes o las fechas especiales comienzan a confundirse.
Es ahí donde los famosos cuadros o actas comienzan a tomar una importancia capital. Son, para nosotros, casi equivalentes a los Papiros del Ramesseum en su importancia histórica; ya que, muchas veces, no necesitamos tanto recordar el qué, sino comprender el porqué. Eso nos ayuda a diseñar y a comprender mejor nuestro contexto actual.
Ja, ja, ja y no solo ocurre en la oficina, en las cosas personales si que pasa, pues no solemos hacer actas de nuestras cositas. Como decía alguien, “Si no tienes memoria, hazte una de papel”, hoy en día ya no es de papel, se hace una con un disco duro externo, eso sí, cuando nos acordamos de ir salvando periódicamente 🙂