Como ya les había contado, leí el libro en que se inspira la película homónima como uno de los ejercicios del RetoLector de este año. Y, como la película estaba en cines este mismo fin de semana (que fue puente; o sea, fin de semana largo en Colombia) decidí ir a verla; casi como un ejercicio de ética social: es la primera vez que veo que hacen cine colombiano en los últimos años que no tiene que ver con la selva (no tengo nada en contra de este tema, pero no es el único en el país), guerrilla/paramilitares, cine social (o de actores reales / habitantes de calle/ sicarios) prepagos ni que tiene relación con mafiosos. ¿Cómo no pagarle la boleta?
Pues bien, señores, creo que todo Medellín estaba pensando lo mismo; porque, a las 3.10 p.m. de un domingo de puente (la hora más atravesada del día más atravesado, cuando se supone que todo el mundo está en la finca y la última opción es ir a cine), en uno de los cines más escondidos de la ciudad (que me gusta precisamente por eso: van los que quieren ir allá, las salas suelen estar vacías y es una de las pocas salas donde presentan documentales) la sala de proyección estaba llena.
Así que creo que el mensaje fue fuerte y claro: los colombianos queremos ver más historias de este tipo; y estamos dispuestos a pagar la boleta del cine para apoyarlas. Ojalá los datos de recaudación en taquilla hablen por sí mismos, y esta sea la primera de muchas producciones así.
Comenzó la película; y, aunque debo admitir que a veces la actuación se sintió muy “telenovela” en comparación con lo que solemos ver en cine, sí pudimos ver el esfuerzo, pues la producción fue hecha en los escenarios descritos en el libro, en Europa Occidental.
El guión fue bastante fiel al libro; y retrató en un espacio de tiempo que no se hizo excesivamente largo (ni fue narrado de forma excesivamente lenta) los apartes más importantes del mismo. Por supuesto, es comprensible que algunos personajes desaparezcan y otros sean creados; como el mexicano Hidalgo, quien fue reemplazado por Nicanor, amigo del alma de Gonzalo. Éste no existe en el libro, y se vuelve esencial para sostener la trama de la película: es el testigo que une todas las “vidas” que vive Gonzalo.
Como ya había mencionado, uno de mis personajes favoritos fue el Capitán Secundino, al que creo que podrían haberle hecho más justicia con los diálogos que mantiene con Gonzalo; ya que en la película no se hace explícito -como sí en el libro- que actúa como una especie de contrapeso psicológico a Gonzalo y su afán de progreso, y sus conversaciones son, casi todas ellas, cargas de profundidad. No obstante lo anterior Gonzalo Vivanco, actor que lo personifica, le hace mucha justicia; y ha construido un excelente personaje a pesar del poco tiempo en pantalla.
Otros personajes que me asombraron por lo bien construidos fueron Lato, el campesino polaco que encarna Adrián Días; y Eduardo Mejía, protagonizado por Aldemar Correa.
Así que, aunque por momentos me sentí un poco como viendo “Bajo el cielo antioqueño” (por favor lean el artículo de Wikipedia para que entiendan el chiste interno que acabo de hacer) por la cantidad de personas conocidas que vi en la película, por la forma de hacer negocios que tanto reconozco, porque habla de Medellín y de empresas que hoy en día son estandartes en la ciudad, y también porque la producción se sintió por momentos un poco casera, la verdad es que me dio mucha alegría ver en cartelera una producción nacional, de buena calidad, que trata un tema positivo para Medellín y para el país como es la creación de empresas y los grandes hitos de progreso que hubo a lo largo del siglo XX; que son dignos de una película; y que desgraciadamente, hemos pasado por alto debido a apartes más acuciantes de la realidad nacional.
Si pueden, no dejen de pagarle la boleta.