Canto XII
…si bien, sus destinos son menos exóticos. Sí, es cierto que a Poseidón le encantaría que fuera el Fondo del Mar; pero Ulises logra escapar, una y otra y otra vez.
Ahora, el turno es para las vueltas que dio en su barco; y eso aplica para más de una dimensión. Volvieron adonde Circe, en primer lugar, donde Ulises cumple la promesa hecha a Elpenor el Canto pasado: le da una sepultura digna, y recibe también las atenciones de Circe, quien los invita a pasar la noche y les da una ruta y, lo más importante, consejos para sobrevivir a la travesía:
- No prestar atención a los cantos de las sirenas. Éstas seducen a los hombres, y habitan en unas orillas llenas de huesos y carne seca de los infortunados que cayeron en la trampa.
- Las rocas errantes, llamadas así porque están envueltas en nubes y nadie sabe con seguridad dónde es que están.
- Escila y Caribdis: cada uno de estos monstruos habita en una de las Errantes: la primera en la más alta e inaccesible de las rocas, la segunda en la más bajita. Ambos son monstruos marinos; pero la diosa la recomienda que se acerque a Escila, pues “sólo” perdería a seis personas.
Después de que Ulises intente protestar por no poder combatir a Escila, Circe le detalla la tarea que tiene entre manos: cuidar los rebaños del sol. Nada les puede pasar, so pena de perderlo todo y volver solo, pobre y sin barco a Ítaca. Él verá.
Al día siguiente embarcan y Ulises comparte los pormenores del itinerario. Los marineros están nerviosos. Aún así, acometen la primera de las tareas: amarrar a Ulises, quien previamente les ha llenado los oídos de cera. Y empiezan las sirenas a cantar.- A seducir, a insinuar. Ulises, amarrado al mástil, pedía su liberación; pero con más ardor remaban los remeros. Nadie iba a dejar que al héroe le pasara nada; y así superan la primera prueba.
Llegan a las Errantes. ¿Para dónde cogerá Ulises? Le toca ir adonde Escila…es lo más lógico, si quiere llegar al rebaño del sol. Y así sucede. Escila se come a seis compañeros de Ulises, y los demás pueden seguir hasta llegar a la isla donde se encuentran los rebaños del sol.
Ulises da de nuevo instrucciones: nada le puede pasar a esas ovejitas, o no volvemos a casa; o algo así. Y adivinemos qué hicieron los marineros…
…
…
…se las comieron…porque ya habían agotado la comida que les había dado Circe mientras esperaban en vano un viento que los liberara de la tarea. Uno de los compañeros, Euriloco, fue el más ferviente adalid de la causa; y convenció a los demás de comer a cambio de construir un templo al sol mientras Ulises dormía.
El olor de la carne despertó al héroe, que encontró el asado listo; y la ira de las hijas del sol, que avisan a su padre y provocan la ira de los dioses. Los hombres huyen de la isla al séptimo día, y su barco queda envuelto en niebla, y luego en tempestades. Viento tras viento, el barco se mueve como si fuera un juguete en manos de los niños.
Ulises, ya sin tripulación, va a dar a las Errantes; donde casi lo encuentran Escila y Caribdis. Por su habilidad y escondiéndose en la higuera de la segunda, es que no está muerto y puede regresar a casa, remando a toda velocidad, sin saber que llegaba a casa de Calipso.