Hace unos días, comentaba con el querido GingerElvis con respecto a la lectura de La Iliada acerca de lo que acordamos llamar “efecto instituto”; o cómo muchas veces los colegios hacen que uno no disfrute de ciertas lecturas.
Por un lado, las hacen obligatorias (vaya palabra tan angustiante para un adolescente) y, como si eso fuera poco, hacen que además haya que leerlo en poco tiempo; como si los estudiantes -muchos de los cuales no tienen 15 años- fueran procesadores de texto o aprendices de literato.
Si algo aprendí de este reto, es que este tipo de literatura se disfruta (y se entiende, se asimila) infinitamente más haciendo el ejercicio contrario: dosificándolo. Un Canto por semana fue la dosis perfecta de héroes griegos como para poder decir con tranquilidad que leí la Ilíada y la Odisea, las entendí y las disfruté…y no lo hice por una tarea del colegio, como mucha gente podrá decir.
Sin embargo, también quisiera reportar un fenómeno que va más allá de los colegios: es como si la sociedad entera te vendiera la imagen de que leer ciertos libros es exclusivo para la gente muy culta o muy inteligente; o que estudia ciertas cosas (lo cual solamente es válido si es un libro de medicina o de cálculo diferencial) que la mayoría de las personas no…o, en fin, que ciertos libros no son para todos; como muy bien acaba de desmentir nuestro ejercicio de Homero2019.
O sea, nos están diciendo, de entrada, que no nos atrevamos a tocar ciertas puertas porque, lo más probable, es que no nos las abran. Y lo más duro de todo es que es más la gente que hace caso mansamente, y deja de tocar esas puertas por temor o porque cree el cuento de que puede ser que tal vez, quizás, no le dé el potencial para leerlo. Personalmente, prefiero ser de las que sacan de un sitio; y no de las que se saca solita, antes de que le hayan dicho nada.
No sé a qué puede obedecer esa práctica: esnobismo de algunos; o puede ser hype por parte de otros (como una especie de entusiasmo mal comprendido); o cierta admiración mal procesada. Como sea, es una práctica que nos está haciendo daño como lectores, pues cierra puertas o evita lecturas que podrían ser formativas o entretenidas para todos.
Muy buena publicación. Estoy de acuerdo contigo. Yo empecé a leer por placer a raiz de estar aburrido y probar suerte por iniciativa propia con una breve novela. Las lecturas obligatorias del instituto lo único que hacían era alejarme de la lectura.
Ciertamente me es casi imposible acordarme de todos los libros que he tenido que leer para el colegio o el instituto, pero hay tres que recuerdo con bastante orgullo por haber encontrado tres buenos libros. El primero de ellos “La ciudad de las bestias” de Isabel Allende, otro de tu compatriota García Márquez “Crónica de una muerte anunciada”, y un último título para las clases de lengua y literatura gallega “O porco de pé” ( El cerdo que caminaba erguido) de un emblemático autor llamado Vicente Risco. Saludos!