
¡Un libro Saramaguero que hizo de puente entre ambos años! Lo comencé a leer en 2020 y terminé en 2021.
Y eso que era uno al que le llevaba muchas ganas después de que Fernando, mi librero de confianza, me lo hubiera recomendado; ya que no sólo da voz a Caín, quien adquiere aquí el rango de personaje principal, sino que a su modo de ver es un original paseo por el comienzo del mundo, ya que Caín, en cumplimiento de sus funciones de Judío Errante, va de sitio en sitio por aquellas parroquias de la Mesopotamia bíblica.
A mi modo de ver, el libro es un cuestionamiento de Saramago frente a aquellos regímenes que piden un sometimiento ciego a su autoridad; y esto es representado por el trasegar de Caín por el mundo y por el tiempo; y por los cuestionamientos que en su momento hacen Adán y Eva a Dios, cuando los echa del Jardín del Edén.
Lilith, con quien Caín tiene un affaire y a quien embaraza, es vista como el poder terrenal. Personifica la lujuria, el poder, el deseo, la gula, el hedonismo; y, en general, lo fácil que es perderse en ellos, y cómo la relación con esos placeres pareciera ser dual: los seres humanos los necesitan, pero ellos mismos necesitan de nosotros para perpetuarse y mantener su leyenda.
Pero uno de los principales personajes ahí es Dios, a quien llaman, como en el antiguo testamento, Señor.
En un deje de genialidad, Saramago lo equipara al Destino, preguntándose si en realidad ese Dios al que adoramos los hombres desde el principio del mundo, inescrutable e irónico, no es otro en realidad que nuestro propio devenir, al que estaremos siempre irremediablemente atados…