Que te regalen libros es una gran oportunidad. Por una vez, ojos que no son los tuyos hacen la selección, y llegan a tus manos lecturas que no suelen ser las habituales. Así, a los lectores se nos van abriendo los caminos y van llegando a nuestras manos obras que no habríamos contemplado adquirir, a través de una especie de voto de confianza que extendemos a aquellos a quienes queremos.
De alguna manera, nos ponemos -sin saberlo- en las manos de quien nos hace el regalo. Y sabemos que los efectos del voto de confianza sobre el ánimo y las relaciones de las personas que forman parte de éste ni siquiera los han logrado atenuar la existencia de mecanismos como el bono de cambio.
La lectura de este libro, que hace parte de aquellos contenidos en LaBolsa que me dieron de graduación, me trajo a colación la reflexión que acabo de hacer porque es justo lo que me acaba de pasar. Es curioso, pero no soy una persona afecta a las antologías. Y digo “curioso” porque, por mi carácter, debería ser Justo lo opuesto: soy una persona a la que le gusta la investigación, por lo que unir autores alrededor de un tema o conocer visiones diferentes alrededor del mismo debería por lo menos entusiasmarme, pero no lo suele hacer.
Sin embargo, con este libro la cosa fue completamente diferente. Y a mejor. Empecemos:
La edición es hermosa. Y es hermosa en el sentido de que cuida tooooodos los detalles: la pasta, la encuadernación, el papel (de mayor gramaje que el usual, cosa que los dedos notan y disfrutan), las ilustraciones (sí, es ilustrado, sí, es minimalista, sí, respeta el espacio y encima tiene ilustraciones a doble página. ¡Mega win!), las tintas (escogieron amarillo y negro para las ilustraciones internas y añadieron café y dorado para la pasta, ¡brutal!), los insertos en amarillo donde dan detalles acerca de cada autor justo cuando va a intervenir en la antología, el separador de cinta que tiene incluido. Todo, todo, te da la sensación de que la imagen es muy cohesionada, muy cuidada; y de que tienes en las manos algo de lujo, y que está hecho para el disfrute.



Luego está la curaduría. ¿Qué escritor no ha escrito sobre escribir y sobre la literatura? ¡Si es que no se contienen, por Dios! Era necesaria una curaduría, y esta es más que selecta. Sólo lo mejor de lo mejor en la historia de la literatura moderna y contemporánea.
Y por “lo mejor” no me refiero a criterios como Premios Nobel o índices de ventas. Me refiero a ese criterio de selección que la Humanidad establece como colectivo. Que más que escoger, decanta lo que finalmente se lleva para la posteridad de entre nosotros. Así, vemos trabajos de F. Scott Fitzgerald, o de H.P. Lovecraft, de Poe, de Emilia Pardo Bazán (el énfasis en la generación del ‘98 estuvo muy interesante, que bueno que se recupere esta generación tan especial de la literatura española), Clarín e incluso Chejov y Dostoievski, entre varios otros.
Por supuesto, no todas las obras me gustaron por igual ni disfruté los cuentos de la misma manera. Cada autor de los incluidos es un mundo, cada prosa es distinta, produce sensaciones distintas y lleva a conclusiones distintas (imposible decir que Poe, Flaubert y Pardo Bazán son la misma cosa, y quien lo haga peca por partida doble: de ignorante y de descarado). Esto produce que, por supuesto, los ritmos del libro sean muy variables para cada lector según sea su experiencia de vida o sus gustos personales: habrá textos que para algunos sean eternos y para otros se vayan en un suspiro, y que para otros la cosa sea al revés, y (al ser una antología) no tiene sentido juzgar.
Dicho sea lo anterior, disfruté enormemente las contribuciones de F. Scott Fitzgerald, Edith Wharton, Chéjov, a Kipling y, por supuesto, me dio sustico con Poe. Me alegré mucho de ver a Pardo Bazán y a Unamuno entre la selección, así como al tentacular Lovecraft, que no obstante está menos pulposo en esta entrega.
Me encantó tu reseña de libro y ver cómo disfrutaste no solo el contenido, si no la edición. ♥️
Esa edición es un regalo para los sentidos! Ojalá hubiera más así en el país…