Hace poco, mi novio y yo recibimos una invitación a un baby shower. Y no era una invitación cualquiera. En lugar de las listas de bebé que he conocido, o de regalar las habituales cosas de bebé (chupos, teteros, ropa, cobijas), en esta ocasión los futuros padres nos pidieron que regaláramos libros.
Querían que su bebé tuviera en la biblioteca aquellos libros que hubieran sido significativos para sus amigos durante su infancia: los libros que los emocionaron, los inspiraron, les esculpieron la mente, los hicieron cuestionar, imaginar; o que simplemente los impulsaron a leer y les regalaron tardes y noches mágicas, solos o acompañados por sus padres.
Vaya si los invitados cumplimos respecto a los libros. El regalo fue una biblioteca a partes iguales selecta y amplia. Amplia, con respecto a las etapas de la infancia que cubre la biblioteca: hay desde libros de tela y en alto contraste, diseñados expresamente para bebés; hasta libros que muy seguramente emocionarán e inspirarán a nuestro festejado cuando esté cercano a sus 10 años. Y selecta, por la calidad de los títulos incluidos: ediciones clásicas de los cuentos de Andersen, 365 cuentos, e incluso Momo y Roald Dahl.
Ocurrió un fenómeno curioso entre los invitados, y que relaciono con cierto temor al lugar común. No hubo ninguna copia del Principito entre los regalos. Sin duda, todos anticipamos que le regalarían por lo menos tres copias del libro de Saint-Éxupéry. Por lo tanto, omitimos pensar siquiera en las aventuras del habitante del asteroide B-612, que brillaron por su ausencia.
Gracias a Dios tampoco regalamos Momo. Y digo gracias a Dios porque, aunque era mi primera opción (siempre es mi primera opción), no encontramos una edición y nos decantamos finalmente por otro libro. Gracias a Dios porque alguien sí lo encontró y lo llevó. El regalo no quedó duplicado, mi querida Momo (de la que he e AV rito aquí y aquí) no dejará de estar en la biblioteca, y nuestros anfitriones recibieron más variedad de libros.
¿Cuál fue el libro que escogimos? Matilda, otro de mis clasicazos de infancia. Un libro que adaptaron al cine y acerca del que, me temo, no he escrito todavía lo suficiente y sobre el que podría escribir en estos días, habida cuenta de los intentos de censura sobre la obra de Roald Dahl (ver las censuras woke en estos link: Roald Dahl: la polémica decisión de los editores del autor británico de reescribir el contenido que consideran ofensivo de sus libros – BBC News Mundo y La censura woke llega a Roald Dahl: Niño, prohibido leer “loca”, “gordo” o “calva” (vozpopuli.com)).
¡Hola! Me encanta lo que hicieron esos padres, espero que el niño pueda apreciarlo en algún momento. También me encanta Roald Dahl es un autor de mi infancia muy querido para mí, mis libros favoritos son “Matilda” y “Las brujas”.
Yo hubiera comprado libros para una edad más preescolar como “La bruja Winnie” de Korky Paul y Valérie Thomas, son historias cortas con muchas imágenes y poco texto ayudan a introducirse a la lectura sin agobiar a los más pequeños, y la protagonista cae bien a los infantes, lo digo por experiencia.
Ojala más padres pensaran como tus amigos 🙂 ¡Saludos!
Este ha sido el primer (y ojalá no el único) shower con ese tipo de regalo. Ojalá que se repitan este tipo de pedidos para que más niños amen la lectura, sea a través de clasicazos como los de Dahl, o de obras como las de Thomas; de las que -tienes razón- vi más bien pocas. Gracias por comentar!