Desde hace ocho días vengo alimentando en mí un antojo, que comenzó siendo un pensamiento fugaz y echó anclas en mi mar de ideas: quiero leer poesía.
Mi relación con ella es nula, inexistente; porque pos lustros la he considerado subjetiva y sensiblera, despreciándola en aras de más densos lecturas en historia, economía y política.
Aunque estos temas de estudio puedan requerir conocimientos previos para comprenderse, y expongan a veces conceptos abstractos, ¿puede haber algo más profundo que la comprensión de los sentimientos y de la condición humana en au mayor vulnerabilidad?
Aproveché octubre para satisfacer mi antojo en toda su extensión y profundidad. Conocí por esto a Pablo Neruda, y a Jaime Sabines. Las obras del chileno, oscuras, inquietantes, eróticas; y las del mexicano, más amables y sensibles, me llegaron al alma y me incitaron a mantener el rumbo en los mares de la poesía.
Es mi corazón, no mi mente, quien lo pide.