Santa Marta es una de las ciudades más antiguas de Colombia y de América. Es, en cierto modo, una joya escondida con respecto a Cartagena, debido a su orientación realista durante los procesos de independencia, y a que su casco antiguo no se encuentra tan preservado como el de la capital de Bolívar. Y el realce que tomaría luego Barranquilla como entrada a Colombia y ciudad industrial de la Costa le restarían esplendor en términos económicos.
Sin embargo, Santa Marta nunca ha dejado de ser hermosa: tiene playas muy buenas y limpias. Su malecón está muy bien preservado, y sus edificios históricos tienen la particularidad de que, a diferencia de Cartagena, no están encerrados, sino que se funden con el resto de la ciudad. Por esto, es posible, al pasar una esquina, ver un edificio barroco, por ejemplo; o de arquitectura republicana. Nunca dejarás de sorprenderte. Como dato curioso, es posible ver las actividades portuarias, pues el puerto de la ciudad no queda lejos, en la misma bahía.
El sitio más céntrico es la Plaza de Bolívar de la ciudad. Está cercana al malecón; y en ella se asientan el Palacio de la Aduana, la Catedral y, por supuesto, una estatua de Bolívar. A todo el frente, en el paseo de la playa, se encuentra la estatua de Rodrigo de Bastidas, fundador de la ciudad. Adicionalmente, hay una iglesita en el centro histórico de la ciudad, la Iglesia de San Francisco, delante de la que siempre pasamos cuando vamos a Santa Marta. En ella, un caluroso día hace ya casi un siglo, se casó mi bisabuela.
Pero, además de estos lugares, Santa Marta rebosa historia patria: es la ciudad donde murió Simón Bolívar, libertador de seis naciones latinoamericanas. La Quinta de San Pedro Alejandrino, lugar donde el prócer murió de tuberculosis, queda cerca de la ciudad, y es posible llegar en taxi o bus.
Con la visita al altar de la patria, y el recorrido por las instalaciones de la Quinta, podría terminarse este día de conocimiento de la ciudad anfitriona, e ir al hotel a descansar, o a nadar un rato.