Siempre es bueno dejar descansar el cuerpo, y nada mejor para ello que la playa. En Santa Marta, la forma de la bahía hace que el oleaje del mar sea menos duro que el de Cartagena. Esto hace que el mar sea menos peligroso y que la playa se erosione menos, lo que es una ventaja para la ciudad.
Aunque las playas son públicas por ley en Colombia, y por esta razón los predios no pueden ir nunca hasta la misma orilla del mar, las personas suelen respetar los espacios delimitados por los grandes hoteles (Zuana, Decameron, Irotama) para el descanso de sus huéspedes, sin contar con los espacios (estos sí, privados) que hay cerca a la playa como tal, en los que se instalan carpas, sillas y tumbonas, y en los que se administra muy bien la entrada y el paso de los vendedores ambulantes.
Tanto si se está alojado en uno de estos grandes hoteles como si no, es recomendable llegar temprano a la playa para encontrar algún espacio con sombra, como un quiosco o carpa. Si no lo logra, resígnese a extender su toalla en la playa, pues la demanda siempre es alta.
Sube el sol, pasa el tiempo y el calor arrecia. Hora de buscar algo frío. ¿Qué tomar en este clima de locos? Muchas alternativas vienen a la mente: por el lado de los no alcohólicos, están los jugos, ojalá cítricos, para prevenir la deshidratación por sudoración. Y nunca faltarán las gaseosas, por supuesto, pero la verdadera gracia es el agua de coco que pasan ofreciendo los vendedores ambulantes. Un tajo al coco, un pitillo, y es hora de disfrutar de una de las bebidas típicas de la Costa, que apenas hace poco venden, enlatados, en Medellín.
Si prefieren bebidas alcohólicas sugiero la cerveza o un combinado muy colombiano: el refajo. Esto es, cerveza rubia mezclado a partes iguales con una gaseosa nacional: la colombiana. Exquisito, refrescante, fácil de hacer o de comprar ya hecha, pues viene en lata.
¿Y para comer? Para comer, por supuesto, el pescado! Muchos de los apartamentos o condominios de tiempo compartido que hay en oferta en la ciudad y sus alrededores incluyen una cocina, con el fin de evitarse los costos que implica comer y cenar todos los días en un restaurante. Pero hay que probar la comida de todos los lugares que se visitan, así que, al menos una vez, a probar los pescados de Santa Marta. Hay de todo y para todos los presupuestos: desde las mojarras fritas de la playa, hasta los más elegantes restaurantes.
Además, es posible e incluso muy recomendable probar los ceviches de camarones, los patacones con suero costeño, los arroces, e incluso la comida libanesa que hay en esta ciudad. La Costa caribe de Colombia es una región con fuerte influencia del medio oriente, principalmente siria y libanesa. Sus personajes han dejado profunda huella en la sociedad coolombiana en todos los niveles, incluido el gastronómico.
Hmmm…¿será que dejamos los antojos para una visita al Rodadero, en los próximos días, o adelantamos algunas compras en la playa? Porque los vendedores ambulantes traen bastantes cosas. Lo más probable que le vendan, son gafas de sol, pañolones/pareos, y los típicos collares, pulseras o aretes de piedras tayronas. Tal vez, si quieren mayor variedad, valga la pena esperar; pero si quieren darle rienda suelta a los antojos, pueden negociar algo en la playa, in situ. Cuidado! Siempre pidan rebaja, y negocien los precios con los vendedores. Las diferencias que pueden conseguir son abismales!
Otro placer: además de lo que venden, también hay masajistas y peinadoras que van por las playas. Por alrededor de USD$10, pueden dejarse dar un masaje en la playa por una morena voluminosa. El masaje incluye la espalda, los hombros y la cabeza. Suele ser algo brusco, pero ataca de forma muy eficaz cualquier nudo que ose aparecer en los músculos en estos días de descanso.
Mi conocimiento acerca de los peinados, siempre de trencitas estilo rasta, es muy escaso; pues hace más o menos trece años no me hago ningún peinado de ese estilo. No se, por lo tanto, cuál puede ser su precio, pero hay que negociarlo con el vendedor.
Cae el sol, cae la tarde, y una brisa fresca viene a la playa. Es la hora de secarse, de dejar que las mareas suban, y que playa descanse de los humanos hasta el día siguiente, cuando otros vendrán a hacer exactamente lo mismo que nosotros hicimos hoy.