- Los Juegos del Hambre. De nuevo, una trilogía que tomo del cine. Debo confesar que, tras haber ido a ver la película, salí más curiosa que impresionada por su adaptación, que no consideré en su momento muy buena; pero que me hizo desear leer el libro para ver si era impresión mía con respecto a la película en sí, o si se trataba tal vez de la adaptación al cine de la misma.
Bendito instinto: se traba de tal. Los libros tienen ritmo, los personajes son interesantes en su caracterización y en el tipo de sociedad que pintan y que, en mi opinión y limitada sólo al aspecto de los medios de comunicación, se está intentando empezar a acercar a ella.
- Palmeras en la nieve. Tengo algo con los relatos coloniales y con las sagas familiares, por lo que un libro que reúne los dos temas no podía sino interesarme. Por eso, las peripecias de la familia de Rabaltué en la isla española de Fernando Poo (más tarde parte de Guinea Ecuatorial) se llevaron buena parte de mi tiempo en este mes. Es hermosa la descripción del África Subsahariana que hacen, así como el paneo del Siglo XX que hila cronológicamente el libro y a las generaciones de la familia Rabaltué y de la familia de Daniela Bisila, cuyo único hilo conductor es el cultivo del cacao en Fernando Poo y el amor improbable entre dos generaciones de éstos, con cincuenta años de diferencia. Un libro conmovedor, interesante y con un muy buen ritmo de lectura que mantiene a quien lo lee interesado.