Todo empezó con una llamada: “¿Qué tal son en tu oficina para los permisos?” me pregunta mi tía. No sé qué responder, porque generalmente en mi trabajo son muy generosos, pero había mucho trabajo por esas fechas, así que…….”…no sé, no sé…tendría que hablar con ellos” alcanzo escasamente a articular ante la pregunta.
El sábado todo se revela, con una sorpresa que cayó como una bomba sobre el comedor, y dejó a la familia sumida en la sorpresa: “Nos vamos de crucero!” “Wow”, pensé. Nunca antes había sentido lo que era quedarse sin palabras, escasamente alcanzando a articular la que, creo, resume a la perfección lo que siento: “¡Gracias!”