Por fin en Marruecos! Después de subir y bajar de tres aviones y atravesar varios husos horarios desembarcamos en la ciudad de Tánger, última escala aérea de esta parte del viaje.
Como siempre, lo más difícil fue salir del platanal. Una vez que llegamos a Madrid, hicimos uso de lo que mi tía jocosamente llamó “el paso de indocumentados” mediante el cual pudimos hacer escala en España cambiando de terminal sin tener una visa Schengen, y llegamos puntuales a nuestra puerta; la de Ryanair.
Con ellos viajamos hasta Tánger. Desde esta ciudad, tomamos un taxi hasta Tetuán, una de las ciudades más importantes de la época del Protectorado Español…y ahí nos comenzó a fallar la suerte, pues la ciudad se mostró inmisericorde nada más llegar.
La Medina es laberíntica, no hay mapas para orientarse y quedas más o menos a merced de los locales, que invariablemente te “ayudarán” a que llegues a tu destino…no sin antes pasar por el puesto de algún amigo o familiar. Igual cosa sucede con el Ensanche, la calle construida durante el Protectorado: la gente te para, te saluda como si te conociera, y lentamente te va llevando ya sabemos adónde. Lo otro son los niños. No es recomendable responderles el saludo, ya que en ese caso se te pegan y te siguen. Cuando al fin paras en algún lugar, te piden que les pagues pues ellos te acompañaron hasta allá; y si no lo haces te encuentras con sus padres, que muy casualmente estaban lo suficientemente cerca como para formalizar la solicitud. Así pues, uno camina como si estuviera en una película de terror. Vas caminando y escuchas repetidamente “hola”, “Hola”; y es demencial, pues no respondes el saludo y te toca seguir derecho!
Me ha parecido increíble también cómo, dentro de la Medina, con sólo empujar una puerta, pasas del caos al orden, del barullo al silencio y de estar a merced del sol a poder permanecer en la sombra. Así fue la experiencia con el Blanco Riad, donde nos quedamos en Tetuán: detrás de una puerta maciza, encontramos un oasis de paz y tranquilidad en una ciudad que normalmente es bullosa; y que ese día lo estaba más de lo normal porque el Rey del país se encontraba allá.
Es curioso lo onmisciente de este Rey: encuentras su foto en todas partes. Está sentado en su trono, con su familia, o sólo con su hijo mayor. Todos los marroquíes a los que les preguntamos nos dijeron, con una ancha sonrisa en sus labios, que consideraban a su rey bueno y justo, que recorría las calles del país sin escolta y saludando a sus súbditos. También nos sorprendió que mencionaran lo liberal que era su rey, pues en Marruecos hace 30 años apenas se abolió la poligamia, las mujeres pudieron contar como una parte completa dentro de los repartos de herencias paternas, divorciarse por un mecanismo que no fuera el repudio y compartir la custodia de los hijos con el exesposo. Vale decir que, para esa época, éstso ya eran derechos más que adquiridos por las mujeres alrededor del mundo.
Asimismo, es sorprendente saber que el rey tiene un palacio en cada una de las ciudades principales del país, de los cuales uno tiene cancha de golf; cuando nos sorprendieron en esas mismas ciudades los contrastes entre sus habitantes.
Me despido, y los dejo con algunas impresiones acerca del país:
**Las antenas son omnipresentes en TODAS partes! No obstante, son piratas, pues los marroquíes no le pagan a ninguna compañía de TV.
**El olor es difícil al principio. Huele a una mezcla de heces humanas (los hemos visto in fraganti en la calle) y animales reclanetadas al sol, junto con carne y pescado. Ciertamente, lo último que uno debería sentir cuando se acerca la hora de almorzar.
**El color: es llamativo y muy hermoso que cada ciudad marroquí tenga “su” color: Chefchaouen es azul, Fes es crema, Tetuán es blanco y Marrakesh es ocre como la gres.
**Marruecos es también el país de los “10 dirham”. Cada entrada a un palacio, madrasa o museo costaba precisamente eso. 10 Dirham = 1 euro.
**La insistencia. Los marroquíes son enloquecedoramente insistentes, sobre todo en Tetuán y en Fes. Esto llevó a algunos incidentes debido a mi falta de paciencia con ellos. Poco después, nos enteramos de que, antes las molestias de propios y visitantes, en Rabat prohibieron a los vendedores insistir a sus potenciales clientes.
**CUIDADO con el agua. Sólo comprarla en un sitio que les genere confianza; idealmente, el hotel. Esto, porque en Tetuán tienen el hábito de reutilizar las botellas llenándolas con agua de la llave, vendiéndola a precio de agua de botella que sí está tratada. Esto lo sufrimos en carne propia. El agua que compramos en la Medina sabía tan extraordinariamente raro que nos generó suspicacias muy merecidas y nos llevó a buscar un supermercado de cadena.