Hoy fuimos al llamado “pueblo azul” de Marruecos. Al ser un lugar pequeño, no se necesitó pagar hotel y simplemente dejamos nuestro equipaje en la consigna de la estación de buses; un lugar que parecía salido de una película de Buñuel, guardadas las proporciones.
Tomamos un “petit taxi” como nos recomendaron en la estación, que nos llevó a la Medina por módicos 15 Dh. Aquí, otro detalle: en Marruecos hay dos tipos de taxi. El Petit que es un automóvil parecido a los taxis compactos que hay en Medellín, en el que está permitido llevar máximo a tres pasajeros; y el Grand, que es un Mercedes en el que pueden caber hasta cinco pasajeros y el conductor. Los Grands Taxis son iguales en todas las ciudades: Mercedes color crema. Los Petits taxis, de nuevo, difieren en su color según la ciudad: rojos en Fes y Casablanca, amarillos en Marrakesh y Tetuán y azules (¡cómo no!) en Chefchaouen y Rabat.
Podemos decir que mi asombro con Marruecos comenzó en la Medina de Chefchaouen. Toda ella azul, atravesada por empinadas escaleras, enmarcada en sus dos montañas tutelares y con paisajes hermosos esperando detrás de cada esquina azul.
Es un pueblo encantador, donde no te enloquecen para vender ni te intentan sonsacar con halagos. Su ambiente invita al sosiego; que es su mayor atractivo aparte de una fama paralela que no viene al cuento explicar. En este lugar parece que el reloj anduviera más lento; o, de plano, que no quisiera caminar. Merece tomárselo con mucha calma, como quienes hacen la visita.