Esta historia comienza con tres zombies que entran al Lobby del Hotel Conrad a las 2.30 de la madrugada. En el estado que precede al sueño, han recorrido 60 kilómetros entre el hotel y el aeropuerto Sabiha Gokcen de Estambul, ciudad a la que sirve y en la que acabamos de aterrizar.
Los tres zombies sólo piensan en las camas limpias y tibias que les aguardan después de la espera aeroportuaria. Tras los trámites de registro, un amable recepcionista les informa que, efectivamente, la reserva está…para el día de mañana; que en jerga hotelera comienza desde el medio día. A pesar de la hora, nos informaron, no podríamos disponer de nuestra habitación con vista al Bósforo sino a partir del mediodía.
La noticia sacó a los zombies de su estado letárgico. Vernos convertir en nosotros después de semejante despertar tan brusco y sentir más conscientemente el frío de la madrugada, igual en todas partes, sin duda suscitó las simpatías del recepcionista, que muy amablemente se puso manos a la obra para conseguirnos un hotel cercano y, encima, guardarnos el equipaje para que no nos encartáramos con él de camino en la noche. Le agradecimos con el alma desde el segundo taxi de la noche, que tomamos para llegar al Bomonti Hilton, cercano al Conrad.
Dormimos hasta la hora de check-out, y nos fuimos al primer hotel a hacer check-in. El equipo nos entregó el equipaje y las llaves de la habitación, antes de proceder con nuestro amado servicio de lavandería familiar.
Dimos un uso sabio a nuestra tarde subiendo al Turibús de la ciudad, para orientarnos mejor. Nos fue posible así ver aquellas partes de la ciudad que no hacen parte del circuito turístico habitual (que normalmente se circunscribe al barrio de Sultanahmet) y llegar incluso hasta el Puente Attatürk, el más alto de los que unen Europa y Asia. Volvimos al hotel hacia el final de la tarde, para tener una noche de buen sueño y así compesar los efectos de ese tránsito trágico.
Through the looking glass 
Ja, ja, ja, la sorpresa! Pero el Bomonti era un hotel chévere!