“Como salata con limonata para caber en el pantolon de coton y así poder tocar piyano en el ötel”
Barbarismos (que son bastantes) aparte, la frase sirve para mostrar cómo los turcos han ido tomando palabras de otros idiomas las palabras necesarias para su vida diaria. Sin contar el “bono” que es para los occidentales que el turco de escriba en alfabeto latino; a diferencia de los demás alfabetos de la región cuya escritura se da en caracteres hebreos o árabes.
Aunque la evolución es permanente en el caso de los idiomas -las cuales son instrumentos orgánicos de las sociedades- podemos decir que el caso turco se debe muy especialmente a la influencia de un solo hombre, que partió en dos la historia del país: Mustafá Kemal Attatürk.
General y estadista turco, héroe de la batalla de Gallipolli, revolucionario y activista liberal, es el responsable de haber conducido las mayores reformas sociales en la historia del país. La velocidad y el alcance del cambio se encuentran a la altura de las reformas promulgadas por el Emperador Meiji en Japón, en el siglo XIX. Un precedente estudiado por Attatürk, a quien se debe la actual posición de Turquía.
Para el final de la I Guerra Mundial, el entonces Imperio Otomano estaba axhausto. No sólo había perdido la batalla, junto con Prusia (ahora Alemania) e Italia. El país enfrentaba disensiones internas por parte de los liberales y la amenaza del reparto de su territorio ancestral (la península de Anatolia) y el propio fin de su existencia por parte de las potencias Aliadas, ganadoras de la Guerra.
Es en este momento cuando Attatürk declara una sedición, constituye un gobierno paralelo al agonizante sultanato de Estambul y se apresta a negociar con las potencias occidentales mientras va arrebatando parcelas de poder al Sultán. Éste finalmente es derrocado en 1.923 al proclamarse la República Turca.
Con el territorio nacional turco intacto, Attatürk (llamado Kemal, el Perfecto, por su inteligencia y ambición en su tiempo de estudios) comienza una campaña de reformas tan ambiciosa como él mismo, que abarca desde la prohibición del velo y el fez hasta la obligatoriedad de la educación y la derogación de la poligamia y el divorcio por repudio. En los años 20, mientras en Colombia las mujeres peleaban sin denuedo el acceso a cada espacio posible de la sociedad, en Turquía este acceso ya era un derecho adquirido por parte de las mujeres turcas; iguales al hombre ante el Estado y la Ley.
Attatürk la emprende contra todas las tradiciones del país, al cual busca sacudir de un letargo que él juzga centenario frenta a Occidente.Éste llega incluso hasta al idioma, el cual latiniza en su alfabeto y depura de influencias persas y árabes, creando por otro lado palabras como las incluidas en la frase del principio. Entre las reformas, podemos contar las siguientes:
- Prohibición del velo islámico y el fez; con la imposición de la vestimenta occidental.
- Obligatoriedad de la educación para ambos sexos.
- Prohibición de las Madrasas (escuelas coránicas), así como de todo establecimiento de educación religioso. A partir de ahora, la educación es pública y laica.
- Derogación de la poligamia y del divorcio por repudio.
- Derecho del voto a la mujer. Se favorece su inclusión en la vida política, económica y social del país.
- Depuración del idioma turco y latinización del alfabeto.
Esta modernización a través de un cambio cultural obligatorio tan fuerte del país pasaría a la historia de las Relaciones Internacionales como Kemalismo.
No obstante, esta avalancha de cambios ha producido dos “hijos bastardos” que enrarecen un poco la vida del pueblo turco: por un lado, hay un culto abrumador a la personalidad de Attatürk que se ha centrado en el hombre (la forma) y ha hecho que se pierdan de vista su visión reformista y modernizadora; así como el esfuerzo que fue sacar al “anciano enfermo de Europa” de la postración y llevarlo al mundo moderno (la esencia).
Del otro lado, esta disrupción con las tradiciones generó una especie de realidad dual: Turquía es un país laico, secular y pujante; realidad que es defendida con denuedo por los jóvenes y empresarios. Al mismo tiempo, es un país musulmán que gusta de respetar sus tradiciones, y que todavía recuerda que hasta hace muy poquito, era la sede del Califato.
Estas dos realidades entran en curso de colisión cuando se escoge un gobierno de derecha, o cuando hay manifestaciones estudiantiles. ¿Qué sucederá: se seguirán los principios de democracia y laicización que determinaron a Turquía en el Siglo XX, o se seguirá el camino de la represión?
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