Hotel Göreme Inn; Capadocia, Turquía
La frase (que se traduce literalmente por “sólo saca la maldita cosa del camino!”) pertenece a nuestro capitán de globo, un capitán australiano llamado David Parkes, quien la profirió mientras se adelantaban las labores de aterrizaje de nuestro globo en Capadocia.
Habíamos visto el amanecer desde el cielo hacía pocos minutos a bordo de su globo, decorado con la mayor cantidad de alusiones permitidas a su país. Rodeados de cientos de artefactos similares, cuyos tamaños variaban desde pequeñas canastas para 8 personas hasta enormes “autobuses” para 30 pasajeros, tomamos altura justo a tiempo para ver cómo la luz del sol rompía, sobre el horizonte, con la oscuridad de la noche, y nos traía tardíamente las emociones de un nuevo día.
Ya en tierra, después de encasquetar la canasta del globo al vehículo de apoyo, recibimos las medallas prueba de nuestro “heroísmo”, el cual regamos con champaña. Para quien sienta miedo de los globos, valga decir que una cobarde certificada como yo no encontró motivo de queja, y recomiendo a Royal Balloons, la compañía con la que volamos.
Llegamos al hotel para, como dirían los hobbits “el segundo desayuno”, y encontrarnos con la tía, con Ahmet el guía e Ibrahim el conductor. Bien graciosos eran estos dos: el primero era alto, delgado y de voz y ademanes suaves; mientras que el segundo era más bien bajo, redondo, hirsuto y con una recia voz. No obstante, ambos coincidían en el amor por Capadocia, su paciencia para explicar y en su amabilidad con nosotros.
Ya en la carretera, fuimos a Selime y al Valle de Ihlara. Fui feliz al conocer que estábamos en una muy pequeña parte de la famosa Ruta de la Seda pues el monasterio, tras la caída del Imperio Romano, fue utilizado como caravasar en aquellos turbulentos tiempos.
¿Cansados? Más nosotros, que además caminamos y subimos todo lo que pudimos; casi hasta los famosos palomares de estos valles. Ya en la tarde, cansados, tomamos el siguiente avión, con destino a Izmir y a la Turquía griega.