Hotel Seti; Abu Simbel, Egipto
Hoy llegamos al final de nuestro viaje: Abu Simbel, en Nubia. Justo en la frontera con Sudán, el pueblo y el templo debieron enfrentar en los años sesenta del siglo XX la expansión de la presa de Asuán; que llevó a la inundación del antiguo paraje en el que estaba situado el templo.
El amor al patrimonio y un esfuerzo internacional apoyado por la ONU ayudó que el fuera posible conservar el templo cambiándolo de lugar, a uno similar para que pudiera darse el fenómeno astronómico por el que es reconocido: cada año, en el solsticio y gracias a la correcta alineación del templo con las estrellas, la luz del sol llega hasta el santa sanctórum del mismo. Allí, ilumina a tres dioses: Amon, Ra y Ramsés (que era venerado como dios en vida por ser faraón); pero deja en la oscuridad a Ptah, patrón de los artesanos, los creadores y del verbo divino, que según la cosmogonía egipcia estaba relacionado con el inframundo y por eso debía permanecer en la penumbra.
Así pues, para poder respetar estos orígenes arquitectónicos, el mundo se unió, y trasladaron el templo haciendo una especie de gigantesco rompecabezas en tres dimensiones que funcionó de esta manera: distribuyeron la masa del templo en bloques de piedra que los arqueólogos numeraron, cortaron y volvieron a unir en una montaña hecha artificialmente en el paraje donde lo conocemos en estos días, mientras el paraje original era inundado. En mi opinión, un proceso y un esfuerzo dignos no sólo de la belleza del templo, sino del faraón que lo construyó, conocido por la magnitud de sus obras.
Por dentro, el templo no habla solamente de la cosmogonía egipcia y del papel del faraón como mediador entre los hombres y los dioses; siendo él mismo un dios que vive entre los hombres y los gobierna. También es un mural donde se presentan los triunfos políticos del monarca: su tratado con los hititas, su matrimonio con la hija del rey de ese pueblo y murales que describen la batalla de Kadesh, entre ambos reyes; junto a escenas de victorias en Nubia y Libia, provincias egipcias que se rebelaban cada cierto tiempo.
Al lado del templo, está una hermosa manifestación de amor: el templo de Nefertari. Ella fue la esposa favorita de Ramsés II y madre de su hija Meritamón. Su templo es -por supuesto- más pequeño que el de Ramsés II, y está dedicado a la diosa Hathor, de la alegría y la música; así como a la memoria de la Gran Esposa Real Nefertari. Es un templo más femenino y delicado en sus detalles, haciendo énfasis en la familia y en el aporte de la diosa a Egipto y al mundo.
Si bien ambos templos son impresionantes de observar, no son tan masivos como los templos de Luxor; por lo que después de un tiempo ya habíamos visto todo, y tomado todas las fotos que nos fue posible; así que partimos al hotel donde pasaríamos la noche.
Nada más salir, pudimos ver de nuevo lo que significa el turismo para la economía egipcia: al menos unos cinco vendedores se nos acercaron dispuestos a vendernos souvenirs, postales y sombreros; insistiendo sin importarles nuestras negativas corteses.
Finalmente, se fueron cuando llegó el guía, quien nos pidió disculpas y al mismo tiempo nos pidió que tuviéramos paciencia con ellos, pues el país estaba literalmente de capa caída en materia turística: antes de la revolución, Abu Simbel ecibía alrededor de 5.000 turistas en el día; y hoy con suerte llegan 300. Se han perdido muchos puestos de trabajo y las familias han visto restringidos (por usar una manera amable) sus ingresos, lo que ha redundado en la insistencia de los vendedores, que esperan -y desesperan por- llevar dinero a casa todos los días.
Es doloroso saberlo, sobre todo si uno en Colombia ha sido testigo de crisis como las del UPAC, que marcó a una generación entera; pero desgraciadamente -para ellos como vendedores y para uno como turista- es imposible ayudar a todo el mundo, y comprarle a todo el mundo.
Recorrimos unos quinientos metros en nuestro vehículo hasta el Hotel Seti. Éste, creo yo, es el único hotel en Abu Simbel, y una bonita muestra de la arquitectura nubia: debido al alor sempiterno en esta región, sus casas están diseñadas como una serie de habitaciones, cada una con una pequeña cúpula que “apresa” el aire caliente, mientras un juego de ventanas altas mantiene circulando aire fresco por la vivienda. Funcionó en días de los faraones, funciona hoy, nos dijeron. No obstante, fuimos a la fija y abusamos un poco del aire acondicionado mientras disfrutábamos de la vista al Lago Nasser de nuestra habitación y de la piscina del hotel, antes de alistarnos para la visita nocturna del templo.
Ir al templo de noche es mucho más hermoso que hacerlo de día. Al no estar presente la dura luz del sol, y no haber luces artificiales cercanas como, por ejemplo, las de una ciudad grande, fue posible ver el cielo lleno de estrellas y disfrutar de los detalles que la luminación externa de los templos pone a la vista del espectador.
Si bien la razón de la visita nocturna es ver el espectáculo de luz y sonido del templo, poder apreciar los detalles de las edificaciones bajo una nueva luz es una alegría adicional.
El espectáculo de luz y sonido no dura mucho; pero muestra detalles de la construcción del templo -sobre todo la elaboración del “rompecabezas”- y da detalles de los motivos del Imperio Egipcio para construir un templo de dichas proporciones y clasicismo en sus formas arquitectónicas en un sitio tan alejado: “acercar” a Nubia a su órbita de manera definitiva y completa.; ya que la provincia aurífera había sido esporádicamente rebelde.
Surtió efecto en su época, surte efecto hoy; pues a pesar de que Nubia está partida entre Sudán -Nubia del Sur- y Egipto -Nubia del Norte- no parece haber problemas de tipo social en este rincón del Nilo, más africano ya que egipcio.