Llegamos al hotel a tiempo para cenar y disfrutar de nuevo de la zona de la piscina, que gozaba no sólo del cuerpo de agua, sino de una terraza en la cual amortiguar el calor, que de acuerdo a nuestros teléfonos llegaba a los 37°C a las 9.30 p.m. de esta noche de septiembre.

Mientras tomábamos una cerveza, comenzó a sonar una melodía que erróneamente interpreté como un calipso; pero que resultó ser, para nuestra sorpresa, música típica Nubia. Como para no decir que en este mundo no existen las coincidencias…

Inmediatamente se formó un corro de hombres que comenzó a bailar al son de la música. De todas edades, de todas las condiciones; empleados y huéspedes del hotel por igual comenzaron a batir las palmas y a cantar en coro hasta que pasó lo inevitable: se acercaron para que bailáramos con ellos.

¿Olvidé decirles que en esta región del mundo el baile está estrictamente separado por sexos? Los hombres bailan con hombres y las mujeres, con mujeres. Ni siquiera entre familia existe la costumbre occidental de bailar mezclando los sexos; por lo que es muy mal visto que una mujer baile con hombres, incluso si es extranjera. Sumen a esto que Pipe ya se había ido a acostar y que éramos las únicas dos occidentales en el hotel, y tendrían la receta perfecta para levantarse ya, irse a la habitación y cerrar con llave la puerta.

No obstante, no se podía abiertamente desanimar a los anfitriones, ya que en esta región son muy sensibles hacia las descortesías. Increíblemente, más que en Latinoamérica. Así que en vista de que mi tía no baila, me levanté y me fui a bailar con ellos un tiempo corto.

Bailé con un niño en un semicírculo abierto, separados y tomados solamente de las manos; pero a pesar de que la estaba pasando bien, disfrutando de la hermosa música Nubia y pensando en las increíbles conexiones que uno puede llegas a establecer en un viaje y una oportunidad como esta, no perdía de vista que no era bien visto lo que estaba haciendo y que se podía prestar para múltiples interpretaciones; por lo que me despedí tan pronto pude y salí con mi tía hacia la habitación.

Sin embargo, estaba escrito que esta noche yo iba a ir de susto en susto; ya que a mi tía se le pasó por delante un sabroso termo de café, al cual no pudo negarse. Para mi sorpresa, muy educadamente preguntó si le compartirían una taza de la bebida y el dueño -quien resultó ser nadie menos que el propietario del hotel y un miembro de la familia real de Dubai – muy amablemente aceptó. Al mismo tiempo, nos invitó a sentarnos con él y con el Gerente del hotel -quien hizo las presentaciones-a acompañar el café con unos dátiles que casualmente, como todo aquí, traía consigo. Fue muy agradable mezclar el café con los dátiles dulces; una combinación que seguiré intentando en la medida de lo posible.

Nos preguntó cómo era Colombia; ya que había estado de viaje por Chile y Brasil en esa temporada (como efectivamente yo había leído en las noticias semanas antes, cuando estábamos a punto de irnos) y le daba curiosidad el resto de la región. Sorprendida por tener al frente al protagonista de una de las noticias que leí justo antes de salir de viaje, le comenté que Colombia tenía algo de cada país de la región; ya que reunía elementos de cada uno: playas sobre dos océanos, selvas, grandes ciudades, lugares coloniales, minería e industria y grandes montañas; lo que pareció gustarle.

Ojalá haya salido algún interés por el país de esa charla trivial en un hotel en la frontera de África. Por lo pronto, algo asustada al verme objeto de tanta atención, me despido y salgo hacia nuestra habitación de hotel, donde mi hermano duerme plácido sin saber nada de lo ocurrido.