¿Es usted ciclista de fin de semana? ¿De los que llegan molidos cada lunes en la mañana a compartir historias de sitios en los que estuvo con sus compañeros de ruta? ¿O, por el contrario, es de aquellos que va a horas poco cristianas (como dice mi papá) de la mañana o de la noche al gimnasio o al entrenamiento, para poder dormir un poquito más los fines de semana? ¿O también entrena los fines de semana?
Sea de los que sea, compañero, usted está en mi equipo. El equipo de aquellos que combinamos la oficina con el deporte, así pasemos algunos afanes en el proceso. Es que no es fácil: cada vez la ciudad es más congestionada, se hace cada vez más difícil ir de un lado para el otro como para pensar en entrenar en un sitio lejano de la casa o la oficina; y hay también compromisos laborales, sociales y familiares que, a veces, dificultan un poco entrenar y dedicarse esos sagrados minutos al día o a la semana a usted mismo.
Todos en el gremio conocemos las historias de terror de cónyuges que hacen mala cara por quedarse con los niños. O de jefes que consideran que es deber de su equipo estar disponible 24/7 para recibir y contestar emails y mensajes de Whatsapp. Gracias a Dios, cada vez son menos, porque se aprecia que las personas tengan una vida propia y descansen; pero aún subsisten. Y al no comprender la frontera entre el espacio personal de cada miembro del equipo, agregan tensión y a, largo plazo, inciden sobre la motivación y la productividad del equipo.
Entendámonos: por una vez, que suceda –o si es cosa de un proyecto particularmente urgente- se puede subordinar el ejercicio a las obligaciones. Pero si la cosa se vuelve frecuente, empiece entonces a preguntarse usted mismo si no está siendo claro con respecto a las fronteras en su vida personal, y busque cómo comunicarlo; porque a largo plazo, no es saludable.
Deje que los demás descansen; y descanse usted mismo. La jornada tiene 8 horas o un poco más, por algo.