Mi mejor amigo me prestó un libro estas vacaciones. Me dijo, con mucha seguridad, que le daría un buen uso en Santa Marta a las más de seiscientas páginas de las que se compone. Se trata de La Química, de Stephenie Meyer; quien es la autora de la saga Crepúsculo.
Recibí el préstamo con algo de escepticismo, pues no suelo leer novelas de intriga; pero debo decir que la trama y sus giros me envolvieron (como bien dirían en el libro) en una tela de araña solamente con leer el primer capítulo.
Más allá del –para muchos- clásico drama de novela de espías, la descripción de los elementos químicos y de la forma en que Jules, la protagonista, hace uso de ellos a los largo de la trama, me resultaron fascinantes. Confieso que, tal vez, mi muy profundo desconocimiento de la química me hace proclive a creer las habilidades fantásticas de la protagonista y el uso tan natural que hace de químicos potencialmente letales.
En fin…que entre el diablo y escoja; pero rápido, porque la novela se hizo pronto corta, y las páginas pasaron casi de largo frente a mis ojos hasta terminar en el mismo día. Es una lectura ágil; amena y que –como Cami muy precisamente reseñó- es perfecta para leer en una tarde de tranquilidad, frente al susurro del mar.
(La foto es tomada de mi Instagram 🙂 )