El gremio es una pecera

Crecí con la sensación de ser anónima. Siempre sentí que Medellín era una ciudad grande, algo dura, en la que mi familia (de por sí más bien poso sociable) y yo estábamos aislados. Nunca nos encontrábamos con nadie en el supermercado; nunca veíamos a nadie en la calle y, como nunca estábamos tampoco en clases extra curriculares (pues no nos gustaba), era rara la vez en que teníamos algún contacto casual. De alguna manera, crecimos en un entorno muy protegido y algo aislado, sin notarlo.

El cambio no pudo haber sido más drástico cuando comencé mi vida laboral; ni el contraste con mi realidad de hoy más acusado. Con mi entrada al mundo laboral, de alguna manera dejé de ser espectadora de la ciudad, y entré a torear al ruedo del trabajo. Han pasado ya casi siete años desde ese momento, y mi conclusión básica es que el gremio es como una pecera.

Me explico: es una pecera porque es transparente y es translúcida. Todo se ve, todo se entiende, todo –de alguna sorprendente manera- se sabe. Puede ser por el uso de vasos comunicantes, algo muy común en ciudades pequeñas como Medellín, y que yo misma he usado en algún par de ocasiones; por aquellos famosos seis grados de separación; o por simple afinidad: la mayoría de las personas en el gremio tienen intereses, amigos o proyectos comunes distintos, por supuesto, al trabajo.

Con esto, se construye un tejido social al interior del gremio. De por sí pequeño, éste se convierte entonces en una mala verdaderamente compacta. Todos conocen a todos, todos saben lo de todos. Y la única que no se había dado cuenta de eso era yo, que de alguna manera llegó tarde a la fiesta.

No veo problema en esto distinto al uso que se dé a la información; y es ahí donde la ética y el respeto a la privacidad de las personas comienzan a entrar en juego. Para que la pecera no se enturbie, es deber de todos aquellos inmersos en ella mantenerse alejados del chisme; algo bastante difícil en estas parroquias.

Para quienes quieran saber, me di cuenta de esta realidad el día del entierro de mi mamá; cuando descubrí que varios de los asistentes a la misa –que, juzgaba, no tenían manera alguna de conocerse entre ellos y estaban en compartimientos estancos, por así decirlo- sí se conocían; y estaban charlando en círculos (¿infernales?) mientras llegábamos.

This entry was published on July 17, 2017 at 12:23 pm and is filed under Vida oficinera. Bookmark the permalink. Follow any comments here with the RSS feed for this post.

2 thoughts on “El gremio es una pecera

  1. Ciertamente a veces la sociedad tiene maneras de rechazar al individuo, no quiero sonar muy filosófico, pero quiero decir que es normal sentirse aislado en un gran conjunto. Siempre me ha parecido muy curioso ver como lo vida en una ciudad puede ser tan diferente a como son las relaciones que mantienen los vecinos de un pequeño pueblo. Saludos!

  2. Pingback: Es la gente, tonta | Through the looking glass

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