¿Por qué tan callada? Se preguntarán. Pues bien, estuve alrededor de mes y medio de vacaciones. Viajé, celebré, leí, cumplí treinta años y me dediqué, sobre todo, a disfrutar de la vida. A tomármela con mayor lentitud. A hacer una sola cosa a la vez; lentamente, disfrutando de cada momento escogido.
Fue una de las metas que me puse para este periodo de vacaciones. Estaba cansada: tres años sin vacaciones; y en el último año y medio, estuve muy concentrada con el desarrollo no sólo de los proyectos de la compañía, sino de algunas iniciativas como el XXIV Salón Colombiano de Fotografía. Así pues, estaba en los rines y deseosa de tener unas vacaciones simplemente para descansar.
Este deseo me llevó a una reflexión acerca de nuestro ritmo de vida. Si revisamos con detenimiento, vivimos atareados: nos asignamos multiplicidad de roles; y se espera de nosotros que cumplamos a cabalidad con las expectativas de cada uno de ellos. Idealmente, con una sonrisa en la cara. No wonder que haya más de un amargado por ahí, sintiéndose un fracaso cuando simplemente está quemada o se puso muy alto el listón.