Orlando llegó a mí el día del Eclipse, bajo la forma de un regalo. Cami quedó prendado de la carátula del libro –que es hermosa- en la Librería 9 ¾, y pensó que me gustaría el libro una vez hubo leído la sinapsis de la contraportada.
La lectura comenzó en la hora de almuerzo de un día en que estuve sin carro. Sopesé el libro en la mano antes de irme de la casa al taller, y –en vista de su peso y tamaño- decidí que no perdería nada con intentar llevarlo conmigo ese día. Soy usualmente reacia a hacerlo debido a que no debo cargar peso en mi bolso por motivos de salud. Y como no suelo leer libros pequeños o delgados, llevarlos en mi cartera supondría un esfuerzo para mi espalda. Orlando no lo fue. Práctico de llevar, no abultó para nada mi cartera; por lo que la excursión a pie de la hora del almuerzo fue llevadera.
Ya entrados en materia…no fui capaz de sacarme el libro de las manos. La prosa de Woolf –de quien nunca había leído nada, pero de quien me declaro su fan- me hizo olvidar absolutamente las dos lecturas que estaba llevando en simultáneo. Me dediqué, pues, exclusivamente a Orlando; una de las experiencias más agradables que he tenido como lectora. Me sentía como si estuviera tomando el té en un salón inglés, mientras Woolf me contaba entre sonrisas cómplices esta historia, tan aparentemente traída de los cabellos, acerca del caballero inglés que, de ser embajador del rey Carlos I ante la Sublime Puerta, pasó a ser una dama hecha y derecha en la sociedad londinense de la reina Victoria. Duque, por supuesto, nunca lo dejó de ser; de haber ocurrido, no habríamos estado en Inglaterra sino en alguna otra nación dejada de la mano de Dios.
La narrativa, vocabulario y giros idiomáticos me hicieron sentir tremendamente cómoda. Me hicieron sentir, de hecho, como en casa. Como si estuviera hablando con mi abuelita Jenny acerca de alguna historia acontecida en alguno de sus viajes, o de algo maravilloso que le hubiera ocurrido y me quisiera compartir. Gracias a la traducción, encontré incluso vocablos que usamos en mi familia, y que no había visto en ningún otro ejemplar en lengua española:
Se sintió como Home, como habrían dicho los propios ingleses.
Ja, ja,ja, jamás la había visto escrita!
Siempre he querido leer algo de Woolf y tras leer tu entrada tengo más ganas, pero ahora ya se por cuál libro empezar.
Comenzar por este es comenzar con el pie derecho! Anímate!