El Pueblo Blanco donde una vez vivió un Maestro de Escuela

El Maestro de Escuela es un libro del Maestro de OtraParte que no conocía; y que tuve la oportunidad de leer gracias a Letras Hermana, como ya mencioné en esta entrada. Éste se suma a El Hermafrodita Dormido y Mi Simón Bolívar, también de su autoría; y que había tenido el placer de leer hace algunos años. Sus 92 páginas fueron, para mí, una lectura breve pero muy intensa.

Para comenzar, fue recurrente en la lectura compartir esa sensación de opresión del protagonista, que Gonzáez hace sentir como propia. Es ese ambiente opresivo de pueblo pacato que tan común es todavía en Antioquia y que me remite de forma inconsciente a la canción “Pueblo blanco” de Serrat. La culpa, por supuesto, no es de la canción; cuyos versos son hermosos en su melancolía. La culpa es mía, pues ligo la melancolía de esos versos con el mismo malestar que viví hace ya algún tiempo, y que no puede estar mejor resumida que en esta estrofa de la canción:

Escapad gente tierna,

que esta tierra está enferma,

y no esperes mañana

lo que no te dio ayer,

que no hay nada que hacer.

Sus páginas, pues, son un ejercicio de melancolía y desencanto, expresados en un agudo análisis psicológico y filosófico encarnado en el ser de un profesor. Decepcionado de la sociedad pueblerina que lo rodea, arrinconado por los prejuicios sociales y por las componendas políticas que aseguran puestos sin mediar competencias.

Nuestro Gran Hombre Incomprendido es un personaje incómodo para todo el mundo; así como el propio Fernando González lo fue en su momento en Envigado. Reflexionando tras la lectura, sentí como si el Maestro hubiera querido transmitir su malestar de estar remando todo el tiempo en contra de la corriente y convertir sus afugias en las de ese humilde maestro envigadeño. Las letras plasman sobre el papel sus sentimientos fatalistas como si se tratara de una sentencia de muerte en vida. De ésta parecen escucharse, a lo largo del libro, las carcajadas despectivas a una misma voz de Manjarrés -nuestro personaje- y González.

A su lado, su esposa sufre los embates del matrimonio al tiempo que da a Manjarrés cierta solidez en su vida…para que él pueda reírse de ella. Gracias a Josefa, la esposa de Manjarrés, el Maestro hace un agudo análisis del matrimonio en general; y de cómo dos almas, finalmente (y en el sentido menos romántico de la expresión) sí se convierten, de hecho, en una…y así, Manjarrés con su muerte se ríe, desde donde esté, de las instituciones de esa sociedad pacata que lo condenó; ídolos con pies de barro, caridad de espectáculo, sociedad agiotista que condena el placer y el librepensamiento; mientras cría burros que eventualmente seguirán los mismos caminos y terminarán todos yendo a caer por el mismo precipicio.

La lectura es dura. La obra no es una que dice, sino que quiere decir; que recurre a la alusión velada para transmitir el malestar y la crítica social en su nivel más mordaz. Una crítica que, tal vez, buscaba que dejáramos de ser, precisamente, un Pueblito Blanco.

This entry was published on October 2, 2017 at 4:25 pm and is filed under Lectura. Bookmark the permalink. Follow any comments here with the RSS feed for this post.

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