Llega un momento en toda relación, en que es necesario aumentar su nivel de intimidad y ponerla a prueba compartiendo tantos momentos como sea posible. Sí señores, llega la hora en que hay que viajar…por trabajo.
He tenido esta experiencia desde 2013, viajando siempre a Estados Unidos o a Bogotá donde están localizados algunos asesores con los que hay que reunirse periódicamente. Si bien es cierto que las nuevas tecnologías han servido para reducir la frecuencia de estos viajes y aumentar las ventajas de trabajar deslocalizado (de las cuales nos hemos servido ampliamente en la oficina, pues nuestro equipo está en dos sitios diferentes), llega el momento en que, definitivamente, hay que viajar pues la presencia personal es requerida; y siempre será un valor agregado frente al video o a la voz en un teléfono.
Es por eso que viajar por trabajo me encanta. Puedo humanizar el contacto ya establecido gracias a las nuevas tecnologías; y poner una cara a las voces o a los mensajes y palabras que recibo diariamente. Puedo, en resumidas cuentas, pasar de la virtualidad a la realidad y fortalecer las relaciones que establezco en mi trabajo.
También, es una forma de optimizar la toma de decisiones y conseguir más y mejores resultados con una inversión de tiempo menor a que si estuviera permanentemente en Medellín; lo que redunda en mejor gestión para todos los que hacemos parte del equipo.
No obstante, viajar es más que el desplazamiento en sí. Implica compartir cierto grado adicional de intimidad, pues hay pequeños espacios personales que pasan a ser compartidos. En la mayoría de los casos, hay que tomar transporte juntos y alojarse en el mismo sitio o, por lo menos, coordinar ambos en función de la cercanía que exista. También suele ser frecuente comer junto a los compañeros de viaje, con lo que eso implica de cuidado con las alergias y los regímenes especiales. Viajar por trabajo, pues, se convierte en un cuidadoso ejercicio de administración de la intimidad, para no molestar al compañero, que está haciendo lo propio.
También está el tema de la administración del tiempo. Si cuando viajamos por placer optimizamos el tiempo lo más que podemos, cuando lo hacemos por trabajo ¡sí que es cierto…! Agendas revisadas, confirmadas y optimizadas; revisión del correo electrónico y de la mensajería antes de salir de la cobertura del wifi o uso de SIM locales para mantenerse conectado con la oficina y tener acceso a la mensajería; selección de hotel cercano a los sitios de reunión para optimizar los tiempos de traslado en la otra ciudad o país donde se lleve a cabo la reunión; y un largo etcétera que busca, a la larga, hacernos la vida más fácil a todos.
Viajar por trabajo, pues, es una de las actividades maravillosas que éste implica; y siempre seré favorable a ejercer cualquier desplazamiento que implique una mejora sustancial en los resultados del mismo. Pero nunca está de más mencionar que debe ejercerse con una cierta cautela pues estamos pasando a un tramo un poco mayor de relación con nuestros jefes y colegas; y hay que saber comportarse.
A mi me encantaban mis viajes, especialmente a las convenciones, conocía gente de otros países y prácticas de trabajo nuevas 😀