Debo confesar que soy…¡polígama! No en el sentido más marital de la palabra; pero sí en el más literario. Yo soy una de aquellas personas desadaptadas que, perfectamente, puede estar leyendo hasta cinco libros a la vez.
Recuerdo haber mantenido en mi pupitre del colegio hasta cinco libros, que leía mientras las profesoras daban clase. Si –como era lo más probable- me lo decomisaban por “no poner atención y faltar al respeto a la profesora” (que, de hecho, es un reclamo que encuentro bastante cierto en mis años adultos), simplemente sacaba otro libro; lo abría donde me había quedado en mi última lectura, y se repetía el ciclo ad infinitum. O sea, hasta que me decomisaban el quinto libro. Altamente infrecuente, pero llegó a suceder.
Este hábito ha durado hasta la actualidad; pues he descubierto que disfruto el reto que representa poder mantener no sólo actualizadas sino separadas entre sí varias tramas e infinidad de personajes dentro de mi cabeza. Encuentro que, de alguna manera, con el paso del tiempo, se me ha ido facilitando este tipo de “administración de tramas literarias” (por ponerle un nombre), y ya mis ojos llegan automáticamente hasta la línea en la que había abandonado esa lectura particular.
Además, disfruto mucho poder seleccionar un libro de los que tengo en espera según el ánimo que tenga o el tiempo del que disponga para leer. O si me resulta atractiva la trama para ese día; o si se trata de un personaje histórico o literario sobre cuyos pasos quiero volver; o si estoy profundizando en la obra de un determinado autor.
Confieso, no obstante, que prefiero mantenerme fiel a una lectura cuando es de tipo científico o filosófico; o si es de Saramago. Estos libros tienen mucha más información, detalles (explícitos e implícitos) y problemas que resolver; y necesito mucha más atención para absorber más información, y de mejor manera, de lo que habitualmente necesito. Como mis últimas lecturas han sido precisamente de ese tipo, he estado muy enfocada en leer un solo volumen a la vez; y a esto también le he encontrado sus ventajas.
No sólo la atención está enfocada exclusivamente en extraer detalles de un tema, objeto de la lectura; también está concentrada en aprender acerca del mismo y en ir analizando lo leído. Es un trabajo a más niveles que una lectura, digamos, de una obra literaria. Más que un pasatiempo, se podría decir que me involucro en un aprendizaje, como tal. Además, me emociono cuando veo que de nuevo se acerca la hora de continuar con mi lectura; pues siento como si me fuera a sentar a desatrasar con uno de mis amigos.
Parece, pues, que es posible que esta polígama se va a reformar; para alivio más bien tardío de mis profesoras y, por supuesto, alivio póstumo de mi mamá. Un día, me dijo que “me pagaba la educación, la comida y la ropa; pero definitivamente, ¡no sostenía mi biblioteca!”.
😉 lobrómana desde antes de tener uso de razón 😀
A mí me pasa lo mismo, puedo estar leyendo 5 libros sin que se me mezclen los personajes o me olvide que está pasando! Aunque con vos decís, si es una lectura más importante, por decirlo de alguna manera, prefiero leerlo solo a ese libro!
Me encantó el post!