Ya estamos en la segunda parte de esta serie. Los libros que la componen son “Harry Potter y la Orden del Fénix”, “Harry Potter y el Príncipe Mestizo” y “Harry Potter y las reliquias de la Muerte”. En cada uno de estos libros se van a ir introduciendo enseñanzas, conceptos y objetos mágicos que serán útiles para Harry en su batalla final; y que veremos entrelazarse para explicar la trama de forma muy integral en el séptimo libro.
A Harry y compañía les ha tocado quitarse la venda de los ojos. Deben defenderse y además prosperar en un entorno crecientemente hostil casi inmediatamente después de la encarnación de Lord Voldemort. Éste ha tomado el poder en la sociedad mágica, que muestra todo el esplendor de sus sombras: es totalitaria, xenófoba, clasista y explotadora de sus propios ciudadanos. Como una especie de Saturno, que poco a poco se los devora, como en el cuadro de Goya:

El marco de la lucha contra Voldemort parece superpuesto a la batalla librada contra el fascismo en Europa hace 70 años. Harry y sus amigos se erigen como campeones de la libertad y el respeto a la ley; enseñándonos qué tan distinto es decidirse a tomar riesgos que apoyar lo correcto desde un sofá en la comodidad de tu casa. De alguna manera, esta posición tan incómoda que debieron tomar a tan corta edad me recordó al tiempo en que Churchill predicaba en el desierto acerca de los peligros que comenzaban a vislumbrarse en la Europa Continental.
El ingrediente de la búsqueda (y el riesgo de un fracaso en la misma), además, añade tensión a la trama final de esta parte de la serie. Toda la tensión que Rowling acumula a través de peleas, persecuciones y encuentros fortuitos, estalla al final en una batalla épica que lo decide todo…o casi todo; porque, como el mismo Dumbledore nos enseñara hace ya tanto tiempo, son nuestras decisiones y no nuestras habilidades las que nos definen.