Dos palabras que no nos hacen felices en la oficina; si no se usan en el contexto de “mandar papelería a…”como tuve la oportunidad de disfrutar hace unos días. Ir al Archivo Muerto es como descender al Hades corporativo. Un camino tapizado de oficios radicados y fólder yute (carpeta hecha con cartón resistente, que se usa ampliamente en Colombia para archivar), directo al centro de la tierra; justo el sitio para hacer arqueología corporativa.
No me malinterpreten. Puedo quejarme; pero en el fondo me gusta mucho que haya archivo muerto y suelo recurrir a él cuando tengo dudas. Nadie es eterno en el mundo, como dice la canción popular; y menos aún en un trabajo, como digo yo. Que queden registros escritos de qué hacemos y porqué lo hacemos da certeza de la calidad de nuestras acciones a futuro, y permite comprender muchas situaciones actuales del trabajo que, sin un buen soporte, pueden llegar a generar mucha inquietud.