Mi segundo reto del mes (un libro de un autor hispano) puede leerse en una tarde. El ritmo vertiginoso del libro, la estructuración de la trama en capítulos cortos y el vocabulario directo sencillo y sin mayores adornos, así lo permiten.
¿La trama? Un fascinante pas-de-deux entre personajes chavistas y opositores; que gira alrededor de las noticias –o, mejor dicho, de la falta de ellas- con respecto al tramo final de la enfermedad de Chávez.
Barrera juega a entrecruzar vidas que a primera vista no tendrían ninguna relación; como la de un oncólogo jubilado, la de un niño de diez años y la de su novia por Internet. La del mismo oncólogo, con la de una periodista de Estados Unidos que vuelve a Venezuela en busca de su pasado; o la de una mujer que regresa a Caracas y debe invadir su propio apartamento porque, en la Venezuela revolucionaria, todo es posible.
Dos hilos mantienen todas esas tramas juntas. El primero, más obvio, es el de la situación del país. Todas estas vidas están en suspenso de cuenta de la enfermedad de Chávez. Lo quieran o no, acompañan a Chávez y sufren con Chávez en su agonía. El segundo, mucho más tenue, es un hilo rojo de relaciones humanas que se va desenvolviendo conforme se pasan las páginas. Es ir entendiendo cómo se conocen las personas; y van cultivan vínculos al principio muy endebles entre ellos, a pesar de sus diferencias obvias con respecto a filiación política, edad y extracción social.
Fenómenos como la violencia que envuelve el país son objeto de un relato descarnado; que se intensifica para el lector al haber escogido Barrera, precisamente, los ojos de los niños para describirla. Y la historia propia de Vladimir y las luchas por el poder, dan un sabor caribeño a una trama que, de por sí, no saldría del entorno de Caracas.
No siendo más, los dejo con la recomendación de leer este libro; que sirve como una especie de antesala literaria (con las licencias que ello implica) a la situación actual de Venezuela.