23 de octubre
Boston, MA
Hoy el clima no se prestaba para mucho. Amaneció lloviendo y haciendo mucho frío; por lo que la actividad que tenía en el itinerario (ir a Concord, lugar donde hay un parque histórico y además vivió Louis May Alcott) quedó suspendida; no así el salir del apartamento. Así que recurrí a un Plan B que, según descubrí, resultó ser el favorito del Papá: ir al Acuario de Nueva Inglaterra.
Sí; al papá le encanta ver peceras. Me contó que siempre tuvo estando soltero; y que las encontraba bonitas y relajantes. Así que estas peceras sobredimensionadas fueron de todo su gusto. Personalmente, lo único que encontré divertido fue una pelea por territorio entre dos pingüinos; y el estanque de las medusas. Ojo: el Acuario es bonito, muy bien documentado; y tiene un enorme tanque central donde hay especímenes tropicales muy bonitos; y es también una visita agradable para hacer en familia. El problema soy yo, que soy más bien activa y que encuentro la observación de peces como una actividad demasiado pasiva para mi gusto.
Perdón lo borroso de la foto, pero…qué man más feo!
Comimos en el Acuario; y de ahí seguimos con la Ruta de la Libertad. Fuimos a Back Bay, donde disfrutamos caminar por ese encantador vecindario italiano. Caminamos hacia la casa de Paul Revere, entramos también a la Antigua Iglesia del Norte (comadre de la del Sur), y pasamos frente a Copp Hill Burying Ground.
Buscando cómo llegar al USS Constitution, encontramos que debíamos tomar un ferry rumbo a Navy Yard. Esperamos en la llovizna sobre una plataforma que, físicamente, daba la imagen de estar abandonada: ni un letrero, ni una indicación de dónde comprar los tiquetes…nada; hasta que llegó el ferry. Entramos, compramos allí mismo los tiquetes, y el ferry partió rumbo a los astilleros de la Armada.
Desembarcamos, justo frente al Memorial a los caídos en guerra; y llegamos al Museo del USS Constitution. Mientras entramos (después de pasar por un control de la Armada y un detector de metales), pudimos ver algunos artefactos históricos utilizados en los astilleros a lo largo del siglo XX; así como algo de la historia del lugar. Cuando bajó un poquito la intensidad de la llovizna, salimos rumbo al buque.
Éste es hermoso. Fondeado en el astillero de la Armada, es un buque encargado por el Gobierno de los Estados Unidos a finales del Siglo XVIII, que ha sido conservado con todos los detalles de la época. En la actualidad es un Museo; pero ha cumplido con todo tipo de roles en más de 200 años de historia.
Cuando entramos, recibimos inmediatamente un serio “Welcome on board, folks” proferido por un marino. Honestamente, su saludo fue más rápido que lo que mis ojos alcanzaron a identificarlo (justo en el mástil principal, medio camuflado entre las sogas); por lo que deduzco que mi velocidad no es muy marcial…en fin…
Mástil y sogas del USS Constitution
La Armada cuida al USS Constitution y lo mima como el tesoro que es; y, para compartir ese amor con los visitantes, hay numerosos cadetes que están prestos, a todo lo largo del barco, a contar anécdotas y a explicar detalles arquitectónicos, navales o bélicos a los visitantes.
Terminamos el recorrido, que no es muy largo, y volvimos a esperar el ferry. Antes de que éste llegara, caminamos por el monumento a los estadounidenses caídos en la Guerra de Corea (de los que todavía hay algunos desaparecidos), y nos devolvimos a Boston. El papá quería comprar algunos regalos; por lo que nos devolvimos a Quincy Market, a una tienda de recuerdos muy buena que hay allá.
Vagabundeamos un poco más por el mercado; lo que dio lugar a comerme el cono de helado más grande que he visto en mi vida. Después de ese susto, seguimos rumbo al apartamento para descansar.
Y te contaronla historía de los barriles de te?
Sí; pero sirvió para ampliar la imagen que tengo de los bostonianos: fríos, pedantes, revoltosos. No abogó en su favor…