Hace un par de meses, recibí este correo electrónico de mi agente de la tentación preferido, la Librería Nacional:
Y, como en mis RetosLectores debía incluir un libro póstumo como mi lectura de esta semana, no dudé en incluir a mi Premio Nobel favorito en mi listado.
Debo decir, para comenzar, que el formato de entradas del Cuaderno -primero que leo de este tipo entre los libros de Saramago- me desconcertó un poco pues, como lectora y admiradora de Saramago, no estoy acostumbrada a este tipo de prosa, a veces tan sucinta, que usa el escritor en los Cuadernos; sino a su prosa habitual, mucho más florida y extensa.
Recordemos que esto es un diario, me regañé. Por supuesto que va a cambiar la escritura; pues ya son eventos mucho más personales del escritor, y su respuesta ante los mismos.
Así que seguí leyendo, y me maravillé. Si bien no son las gestas épicas de la prosa Saramaguera a la que estoy acostumbrada, sí es un Saramago más personal; que publica sus reflexiones más íntimas. Esas reflexiones y esos cuestionamientos que, en muchos casos, han dado vida -en un proceso muy subconsciente, contado por él mismo- a sus mejores trabajos.
En sus Cuadernos, Saramago registra aquellos acontecimientos, grandes y pequeños, que lo tocan personalmente: viajes, lanzamientos de libros, anotaciones y comentarios de colegas; y, sobre todo, cartas de parte de sus lectores y, en algunas ocasiones sus respuestas a las reflexiones.
Hombre humilde, Saramago los alienta; y les dice, varias veces, que serían mejores escritores que él, por su perspicacia, su atención al detalle, y la profundidad con la que sienten e inteligen los acontecimientos de las tramas de sus libros.
Igualmente importante, el escritor comparte notas, artículos y transcripciones de conferencias que dicta alrededor del mundo. Así que es un poco como leer a Saramago en sus propias palabras. Como si el Cuaderno fuera un viaje a la mente y el alma de Saramago, justo en ese año pivotal en que ganó el Nobel.
Through the looking glass 
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