Mi RetoLector de esta semana me pidió un libro que hubiera sido recomendado por una celebridad que admire. ¿Y quién no conoce y admira a Bill Gates?
Conocido por su faceta empresarial y, ahora, por su filantropía, también tiene un blog que sigo y leo. Se llama GatesNotes, y lo recomiendo mucho.
En él, como buen nerdo, Gates no sólo habla de su Fundación o sus vivencias; incluye sus libros: qué leyó, qué tiene pendiente por leer, y qué querría leer. Y, cada verano, como ven en el enlace a continuación, publica una lista de cinco libros que le encantan y que recomienda leer aprovechando los días de vacaciones.
La lista es tan famosa, que el Foro Económico Mundial la replica y difunde a través de su página web (artículo acerca de los libros aquí) y sus redes sociales (el pantallazo está tomado de mi Twitter personal):
Este año, el libro de Towles -a quien recordamos por Normas de Cortesía- entró en esa lista de recomendados; haciéndolo apto para esta semana en particular (si no, habría entrado en cualquier otra) y además sujeto de una reseña muy positiva por parte de Gates; quien lo describe como “un libro que tiene de todo un poco”.
Y, para entrar ya en mi materia, comienzo por darle toda la razón al padre de Windows. Es un libro que tiene de todo un poco. Para empezar, la nostalgia que empapa los obras de Towles (y que se exacerba con los relatos de los tiempos anteriores a la Revolución de Octubre) y que, al terminar, lo deja a uno feliz pero con un nudo en la garganta y…queriendo más.
Tiene, además, una historia llena de conexiones humanas disparadas por encuentros al azar. Towles explora y explota la serendipia de una manera muy especial, que disfrutamos mucho sus lectores desde Normas de Cortesía. Towles la logra expresar a través de la creación de personajes muy profundos, muy bien construidos; que, incluso a pesar de tener conversaciones banales o encuentros muy espaciados en el tiempo (esta novela cubre un periodo de alrededor de treinta años) dan la sensación de ser, cada único, único y especial.
De entre todos los vínculos, Towles destaca, por supuesto, la relación entre Sofía y el Conde Rostov: desde el momento en que se la pusieron en brazos en menos de diez minutos en el lobby del hotel, hasta el momento del corte de pelo con las tijeras de Helena. Ésta, es un personaje en sí misma, en su calidad de recuerdo del Conde. Y eso es parte de la novela: ese tira y empuja entre el pasado y el futuro: de un lado el Conde, un hombre que vio todos los grandes acontecimientos del Siglo XX en Rusia, anclado en sus recuerdos, sus rutinas, su pasado. Del otro Sofía, la encarnación del futuro. Y Anna Urbanova, la encarnación de aquel amor que se demora para calar, pero cuando lo hace, llega a los huesos.
Towles construye los vínculos de camaradería a través de pequeños actos diarios, que podrían pasar desapercibidos para el lector distraído; pero que cimientan y dan sentido a la vida de los seres humanos y construye, poco a poco, nuestra sociedad.
Como dicen en una frase que escuché hace un tiempo en la oficina: “resolvemos los grandes problemas como queremos ser; pero resolvemos los pequeños como somos”. Y así funciona la mecánica de este libro: son pequeños actos lo que hace agradables o deleznables a los personajes. Son pequeños actos los que tienen las mayores consecuencias; son pequeños gestos los que definen el mundo.
Incluso, si el universo es tan limitado como los muros de un hotel, es nuestra humanidad la que lo hace infinito, parecería decir el autor en cada una de las 462 páginas que tenía la edición que leí.
Así que ahí está. No sé si fui tan brillante como Gates en mi descripción; pero espero poderle hacerle justicia a un libro tan especial.
Me encantaría leerlo 🙂
Tía, es precioso (pero lo tengo en inglés 😔)
😦
Siempre hay que estar atento a las recomendaciones literarias del señor Gates. Saludos!
Tiene unas excelentes! Yo muero de ganas de leer Factfulness, de Hans Rosling.