Vale, lo admito. Esos son escasos (bastante) porque, por definición, el trabajo está diseñado para mantenerse siempre estable o con una leve tendencia al alza; como sucede en los momentos de cierres anuales o de proyectos.
Y, por “trabajo”, quiero decir todas aquellas labores, tareas o actividades que llevamos a cabo en nuestra oficina o puesto de trabajo con el fin de que, la labor que desempeñamos, sirva para que la empresa (como un todo) se mantenga en movimiento y cumpla los objetivos que se propone.
¿Pero y esos días en que el trabajo es “más suave”? Entiéndase esos días que casi todas las tareas del mes están cumplidas; o en que sólo es labor ordinaria y ningún proyecto especial; o en que -por definición- nadie trabaja, como los días alrededor de año nuevo.
Si no se es lo suficientemente inquieto, esos días pueden ser mortales para la moral de cualquier persona (“Yo aquí mientras todos están afuera/en la piscina/de viaje/con una cerveza/haciendo pereza”) y no digamos las consecuencias en productividad que hay que incluir en el cálculo.
¿Qué hacer? Pues “ponerse trabajo”: si el trabajo no viene a mí, yo suelo ir a él; por mi propia salud mental. Así que esos días suaves suelen ser bastante activos para mí: trabajo actualizando los manuales; organizo mi escritorio; pulo el presupuesto; trazo metas anuales para proponer en la siguiente Junta…en resumidas cuentas, hago cosas que sé que no tendría tiempo para hacer en ningún otro momento del año, pues el teléfono no suena, no hay tareas urgentes que atender; y apenas se trazan los lineamientos de los proyectos especiales del año.
Así que ya lo saben: cada vez que se sientan flojos…¡pónganse trabajo, y disfruten de esos días!
Pingback: Resoluciones de Año Nuevo | Through the looking glass