En Auschwitz no había Prozac

Al comienzo del año, en aquellos días tranquilos en que uno no sabe qué día de la semana es y, a veces, ni siquiera dónde está, leí este libro.

(Foto tomada de Planeta sin propósitos comerciales. Créditos a la Editorial)

Seguramente, todos habrán escuchado hablar de la primera obra de la autora, Edith Eger; quien -después de haber sido liberada de un campo de prisioneros- se refugió en Estados Unidos y ejerció como psicóloga:

(Foto tomada de Facebook sin propósitos comerciales. Créditos a su autor)

En Auschwitz no había Prozac no es la continuación de La Bailarina de Auschwitz. Es el planteamiento de una pregunta muy humana; que, a su modo, fue persistente también en mi a lo largo del año pasado y que, me imagino, le habrán hecho incontables veces a la autora a lo largo de su vida, de su práctica y, sobre todo, al haber escrito el libro: ¿cómo diablos lo hicieron? ¿Cómo hicieron las personas que sobrevivieron a la peor barbarie de la Historia; al ejemplo de un Genocidio, tener la resiliencia para poner sus vidas en orden y seguir cuando todo pasó?¿Cuál fue el proceso para poder seguir adelante?

La respuesta de Eger es que no necesariamente hay un proceso en el sentido de una receta que se sigue hasta llegar a un resultado; pero sí hay estrategias para ajustarse a los acontecimientos de la vida y continuar, sin perder la alegría de vivir. Y de eso se trata este libro: de esta serie de pasos y de estrategias que pueden llevar a una liberación.

Con historias que son a veces personales y a veces de pacientes, pero siempre profundamente humanas; y con las que nos identificamos en más de una ocasión, Eger va introduciendo e ilustrando cada una de las 12 estrategias que ha transmitido a sus pacientes; y que combaten cada una de las cárceles del alma que ha identificado a lo largo de la vida y que han sido una parte importante de su trabajo como terapeuta.

El libro es sencillo en sus palabras, flexible -puede leerse en orden, o comenzar por la estrategia que más nos llame la atención- en su lectura y muy ilustrativo y rico en su narrativa y sus ejemplos; y lo siento conectado en los conceptos con el trabajo de su mentor, Victor Frankl, él también sobreviviente de un campo de concentración, y autor de El hombre en busca de sentido.

Un libro muy útil; no de autoayuda (no lo vi así), sino de resiliencia. De sobrevivir al horror, sin perder la Humanidad.

This entry was published on January 27, 2021 at 9:00 am. It’s filed under Lectura and tagged . Bookmark the permalink. Follow any comments here with the RSS feed for this post.

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