Entresaca: no poder quitarse un libro de las manos

Pocos placeres literarios hay mayores y más culposos que el de no poder quitarse un libro de las manos. Quien no haya sentido alguna vez el gusanillo de la intriga carcomiéndole, queriendo saber cada giro de la trama para al fin comprender el desplazamiento general de los bailarines sobre el escenario de la historia, no ha sentido verdadera pasión por la lectura.

He pasado tardes y noches completas leyendo. Siguiendo tramas, historias y personajes. Tan envuelta en las palabras, que el capullo que tejen me protege también del paso del tiempo y del cansancio, saliendo de mis prolongadas sesiones de lectura como una vibrante mariposa de su crisálida.

El último mes de 2010 fui doblemente afortunada de vivir esta sensación. La primera vez, sucedió con La reina en el palacio de las corrientes de aire, cuyo ritmo vibrante y magistral ejecución del final de una trama muy elaborada, alrededor de una realidad como es el abuso de las mujeres en todas sus formas y en todas las sociedades me conmovió profundamente.

Y De parte de la princesa muerta, ocupó sin remordimientos todo mi puente de año nuevo. Literalmente, no me la podía quitar de las manos. La leí en menos de cinco días; intentando, en raptos de conciencia, alejarlo de mis manos pues –me decía- estaba leyendo un libro completo “de un solo bocado” y ma iba a atragantar. No surtió efecto: mas tarde o mas temprano, caía en el torbellino de su historia, y no volvía a salir hasta bastante tiempo después.

De parte de la princesa muerta ha sido una de las lecturas más voluptuosas que he hecho en mi vida. En múltiples formas voluptuosa: por su trama, fuertemente emocional. Por sus descripciones de la suntuosa corte otomana, tan detalladas como las cenefas talladas en mármol de sus palacios. Por los colores, aromas e incluso temperaturas que supo evocar en mis lecturas. Por su final abrupto, por la determinación y por la valentía de sus personajes; por todo. Y por todo eso, estoy agradecida.

Su lectura, asi como la de La reina en el palacio de las corrientes de aire, me dejaron muy conmovida, reflexionando por días. Ambos libros se refieren, de forma más o menos brutal, a la pérdida de la inocencia, a la casi siempre precaria condición de la mujer en un mundo cambiante y, sobre todo, a la abrumadora sensación de que el mundo que te rodea se desmorona, gradual o inmediatamente, y a la sensación de injusticia que implica saber que no tienes nada que ver con el daño, pero es a ti a quien te toca reconstruirlo, por tu propio bien.

Pero también se refieren a que, más allá de lo exteriores titánicos, las mayores conquistas, las más grandes batallas y las más profundas heridas son aquellas que están en nuestro interior; y que los más sublimes victorias son aquellas que conquistamos para quienes amamos.

This entry was published on January 14, 2011 at 4:14 pm and is filed under Lectura. Bookmark the permalink. Follow any comments here with the RSS feed for this post.

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